La tienen espinosa los politiqueros de hoy. Cada vez la gente está más atenta, más alerta, más informada y más indignada con cuanta bobada hacen. La gente cada vez come menos cuento. Ellos salen a cacarear por todos lados una cosa buena que hacen e intentan socarronamente esconder las fechorías y malas intenciones. La primera cada vez logra menos opacar a las segundas.
En 2014 tendremos elecciones presidenciales y parlamentarias. En 2015 tendremos elecciones locales y regionales. Y ya hay una verdadera batalla de información, y más, desde que a los medios masivos hegemónicos les apareció una dura competencia: los contenidos que los ciudadanos pueden emitir masivamente por Facebook y Twitter.
Y aunque los politiqueros temen a este nuevo fenómeno, la gente sigue estando en desventaja. La desventaja que otorga una educación mediocre, no crítica, no reflexiva, que no cuestiona. La educación en general que tiene la ciudadanía es débil, descontextualizada y más orientada a hacer dinero, que a pensar para mejorar la sociedad y la vida en comunidad.
Una de las maneras acertadas para transitar del tercer al primer mundo es promover una ciudadanía con una buena educación orientada a mejorar la calidad de vida de todos (no de individuos o clanes familiares); con una educación capaz de entender, analizar y argumentar para mejorar; sumada al manejo no hegemónico de la información masiva.
Quienes aspiran a cargos políticos o pretenden continuar en ellos, saben que hoy todo el tiempo y en todo lugar hay una cámara de celular mirándolos y un trino listo para hablar de ellos. Aún así lo que anhelamos es que actúen honradamente por convicción y no porque alguien los está mirando.
También es necesario que los encargados de procesos de formación y educación se responsabilicen de equipar a un ciudadano con la información suficiente para entender y contextualizar, y aceptar o rechazar, con argumentos, lo que proponen y hacen los políticos.
Los ciudadanos tienen que aprender a usar con inteligencia esas nuevas tecnologías. Ellas no son para escribir cuanta ocurrencia sin sentido. Son para, con talento, promover la crítica constructiva, señalar las fechorías, proponer nuevas formas de entendimiento, desmantelar fanatismos.
Qué tiempos los que vive el país: mucha gente se siente presionada y acorralada; muchas personas pretenden seguir la línea de la ilegalidad (algunas veces fomentada desde el mismo Gobierno); pero también cada vez la gente sabe más, entiende más, expresa su voz a través de las tecnologías y mucha, mucha gente sabe y quiere hacer bien las cosas y promover un cambio positivo por las vías legales y justas.
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