Colombia dispone de una magnitud importante de tierra para la explotación pecuaria. Según el Igac y Corpoica, el suelo con vocación ganadera es de casi 20 millones de hectáreas. Sin embargo, las hectáreas explotadas en pastos son alrededor de 30 millones, debido a que tierras con vocación agrícola y forestal han sido utilizadas para la producción ganadera.
Además, la producción ganadera ha sido una actividad económica con mucha tradición en el país, aunque la misma no se destaque por su alta productividad y por procesos modernos de explotación. Más bien, dicha actividad sigue siendo bastante tradicional, pues incorpora muy poco manejo de pastos y limitada selección de hatos. Sin embargo, en el país hay explotaciones muy productivas que utilizan procesos altamente sofisticados y que alcanzan los más altos estándares internacionales. Igualmente, muchos pequeños productores tienen parte de sus predios dedicados a la producción ganadera, tanto para leche como para carne.
De otra parte, estudios recientes demuestran que Colombia tiene ventajas comparativas en la producción de carne bovina y de leche. Esto significa que el país es competitivo en estas actividades. Algunos trabajos, como el adelantado recientemente por Fedesarrollo, establecen que en estos bienes Colombia tiene un importante potencial exportador, que no ha sido explotado suficientemente.
Finalmente, aunque de manera no permanente y sí muy limitada, Colombia ha realizado, de tiempo atrás, exportaciones de ganado y carne y, más recientemente, de leche y sus derivados.
Todo esto indica que, efectivamente, y aun manteniendo las condiciones actuales de producción, que como se ha señalado, están lejos de ser las óptimas, el país tiene capacidad exportadora en el renglón ganadero. Esto pone de presente que, en muchos tratados de libre comercio, la ganadería puede ser una actividad ganadora para el país.
Esto es de suma importancia porque uno de los sectores con gran potencial de crecimiento en la demanda mundial en las próximas décadas es el de carne bovina, aunque es necesario reconocer que los mercados mundiales de carne y leche son altamente intervenidos y que las restricciones no arancelarias hacen difícil el acceso masivo a los mismos. Las exigencias de tipo sanitario son altas y rigurosas en la mayoría de los países importadores.
Frente a estos potenciales y posibilidades no se entiende la discusión que se ha dado frente a la restricción que se ha impuesto a la exportación de ganado en pie. Pareciera que, además de las preocupaciones que se generan por su efecto sobre el abastecimiento interno con la apertura de exportaciones de ganado en pie a Venezuela, se busca conseguir exportaciones con mayor valor agregado y por eso se prefiere exportar carne procesada.
En sana lógica, y aceptando que lo ideal es que las exportaciones generen el mayor valor agregado posible para el país, lo importante ahora es aprovechar las diferentes oportunidades que ofrecen los mercados externos y comenzar así a crear canales y vínculos comerciales fuertes en los mercados externos. Si el negocio de ganado en pie es rentable para los diferentes agentes que intervienen en la cadena de valor, y en especial para los ganaderos, se deben dejar explotar libremente los canales que hoy se abren. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los riesgos de exportaciones de ganado en pie son mayores que con carne procesada.
El país no debe devolverse a las discusiones de los años setenta sobre si, por sus aparentes indeseables efectos transitorios sobre el consumo interno, que el ciclo ganadero corrige automáticamente, debe o no haber restricciones a las exportaciones de ganado, pues, si se tiene un importante potencial productivo y de exportación, lo que debe hacerse es fortalecer esta condición y más cuando existen amplias posibilidades en los mercados externos.
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