Ahora que el balompié colombiano necesita cambiar de chip en las selecciones de menores, tras el final de la era de Eduardo Lara, los románticos y amantes del espectáculo cruzan los dedos para que los dirigentes recuperen a los fundamentadores.
Esos hombres que pasan días enteros bajo el sol y el agua forjando talentos, enseñando los secretos de toda una vida de experiencia, así muchas veces se hayan sentido relegados y menospreciados, aguardan con paciencia un guiño que les permita ver crecer sus semillas en los clubes departamentales y nacionales.
Luego de soportar un largo proceso en el que Lara le dio prioridad a la talla y lo físico, y de ver que sus palabras se iban con el viento, forjadores de talentos como Gonzalo García, más conocido como Leivinha, sueñan con un mejor futuro.
"En este momento se debe hacer un cambio radical en las categorías menores, contratar un entrenador que desarrolle un fútbol de ataque y toque que es nuestra esencia", comenta este hombre que trabaja en la Unidad Deportiva de Belén con muchachos que quieren pulir su técnica.
Y agrega que el balompié criollo requiere de futbolistas más juguetones, esos que se salen del molde y que en la cancha intentan hacer túneles, bicicletas, gambetas y cambios de frente de 70 metros, "que lleven alegría y espectáculo para que la gente vuelva a los estadios".
Además de Leivinha, a quien llaman así porque cuando joven era un cabeceador parecido al brasileño, en Antioquia están Marcos Velásquez, Nelson Gallego y Hugo Gallego, paradójicamente ninguno vinculado a un club profesional,
La voz de Gonzalo, alumno aventajado de Turrón Álvarez, con 35 años de experiencia en Medellín, Ferroválvulas y Ecuador, y otros clubes menores, es un clamor general que, ojalá, no ignore la Federación.
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