El cartel se repite en tiendas, kioscos, salas de internet y puestos de diarios: "no hay monedas. Abone con cambio justo". Por eso en la capital de Argentina se volvió una odisea comprar un chicle, una botella de agua o viajar en bus, actividades normales en cualquier ciudad del mundo.
Desde hace más de un año las monedas escasean en Buenos Aires y conseguirlas se volvió un acto de fe. "Uno va a comprar algo a una tienda y prefieren no vender antes que dar devuelta con monedas. Creen que le hacen un favor a uno por venderle", comenta Juan Pablo Calderón, estudiante colombiano.
Pero, ¿qué es lo que pasa con las monedas y por qué es tan complicado conseguirlas? Para los porteños del común hay varios motivos. "Es todo un negocio. Acaparan las monedas para luego vender el cambio y así te sacan hasta un 10 por ciento de lo que vas a cambiar", comenta Hugo Soria, vendedor ambulante.
Hugo cambia en paraderos de bus 20 pesos (unos 6 dólares) y le toca dejar hasta 2 pesos en la operación. "Es la única forma que tengo de dar vuelto a la gente que me compra", comenta Hugo.
Esta afirmación coincide con la de Germán Carrión, vendedor de diarios y revistas, quien atribuye el problema a que los dueños de los colectivos (buses) retienen las monedas para luego hacer negocio con ellas.
En Buenos Aires los boletos los expende una máquina que solo recibe monedas.
Otra de las teorías es que el valor de las monedas es menor que su peso en cobre o aluminio y por eso es mejor negocio venderlas.
Las medidas
El Banco Central de la República Argentina entregó en octubre pasado 23 millones de pesos argentinos (unos 6 millones de dólares) para que las entidades puedan cambiarles las monedas a los usuarios.
Además, se dictó una disposición para que los bancos habiliten una taquilla en la que se cambie por persona hasta 50 pesos argentinos, que después se redujo a 20.
"Uno como laburante (trabajador), no se va ir a hacer fila tres horas para que le den vuelto de 20 pesos", agrega Carrión.
También en octubre de 2008 se aprobó una ley para sancionar a las empresas que capten monedas de manera irregular, pero el problema no se soluciona.
Mientras tanto, comerciantes como Óscar Velásquez, quien administra una sala de internet y llamadas telefónicas, tiene que caminar unas 15 cuadras desde su negocio en la zona de Congreso hasta Once para cambiar monedas en la estación de tren.
Por eso si viaja Buenos Aires tenga en cuenta que si no tiene monedas es mejor no tratar de comprar para no pasar un mal rato. Y más si se tiene en cuenta la "amabilidad" de los porteños para atender sus negocios.
Esta "vocación" de servicio está retratada en un cartel (al lado del que dice que no hay monedas), en un puesto de dulces y bebidas en la estación del subte de Catedral, que reza: "No respondemos preguntas. ¡Lea bien!".
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