La Iglesia jugó un papel fundamental en la construcción de las viviendas de comienzos del siglo XX. Con sus disposiciones y reglamentos, los trabajadores de las primeras industrias ahorraron el dinero suficiente para edificar su vivienda, con la asesoría y aprobación del clero.
Una de las principales normas para las construcciones de la época era la ubicación de la cocina. Siempre apartada de la casa, por el riesgo de un incendio. Generalmente se usaban en este espacios materiales de segunda mano o más económicos como el bahareque. Nada parecido a las cocinas de la actualidad que, prácticamente, se integran con el resto de la casa.
¿Recuerdan el sabor característico que le daba a la comida el fogón de leña? Esos mismos fueron construidos principalmente de ladrillo vitrificado, hecho en su mayoría en las ladrilleras de Guayabal. Su brasa permanecía encendida durante la noche con el fin de no perder el calor y dejar en cocción, por ejemplo, la aguapanela.
El antepasado de las estufas eléctricas y a gas, que hoy nos facilitan la vida, requería una familia activa, dispuesta a recolectar leña, cocinar, limpiar las cenizas y aprovechar estratégicamente el calor de la brasa para otros usos como alejar los animales de la comida.
“Los hombres en la cocina huelen a rila de gallina”
Cocinar se ha convertido en un sex appeal en los hombres, conquistar por el paladar en el siglo XXI es una táctica que a muchos varones les ha funcionado. Pero, lo que hoy encanta a las mujeres, antes estaba totalmente prohibido. Las mujeres a la cocina, los hombres a la caza o el trabajo.
Ellos solo entraban a este caluroso lugar siendo niños, para aprender a rezar con sus madres. De resto, nunca más. El famoso dicho de los hombres en la cocina, obedece a estas prácticas del siglo pasado.
La cocina, desde entonces, ha sido también un lugar de reunión. Mujeres y niños la aprovechaban para enterarse de las noticias, rezar el rosario o contar historias mientras se realizan las tareas de la casa. Cocinar era una prioridad en la educación de las niñas, quienes no veían nada malo en ser las amas de casa. El feminismo aún no había generado un ambiente de protesta frente al papel de la mujer al servicio de las necesidades del hogar.
Hace 20 años jamás se hubieran imaginado que ser una mujer afuera de la cocina, dedicada a trabajar y ganar dinero, estuviera en los ideales de vida y liberación.
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