Antes de las nueve "a eme", Darío Jaramillo Agudelo estuvo haciendo mercado. Luego, quién sabe. Un poco más de las diez tomó el teléfono y dijo algo como, voy a ver qué respuestas tengo. Las tuvo todas. Hasta la última, que es un secreto.
A veces subió la voz. Otras se escuchó suavecito, casi tocando las palabras. Pocas risas, aunque se rió. Supongo que a su manera.
La primera vez, él hizo las preguntas. La segunda, le pregunté por su antología, la de crónica latinoamericana actual. Y descubrí lo importante: A Darío Jaramillo Agudelo le encanta el helado de merengue.
¿Por qué una antología de crónica latinoamericana?
"Yo he hecho muchas antologías, de manera que ese oficio también lo tengo. Soy lector de crónicas y noté que estamos en un momento esplendoroso y me dediqué como año y medio a leer toda la crónica que se está haciendo. Reuní un clóset lleno de libros con crónicas y me fui dando a la idea de hacer una antología que fueran autores actuales, no partir de los clásicos antiguos como Elena Poniatowska, Carlos Monsivais o el mismo García Márquez, sino dar un saltico adelante y arrancar con un nuevo elenco de estrellas: Caparrós, Pyors, Salcedo Ramos, Leila y más o menos eso fue lo que salió".
¿Cómo seleccionó?
"A mí me interesa la crónica como narración, como literatura. Entonces me puse el criterio de buscar buena literatura con crónica y me encontré excelentes textos. Creo que la calidad literaria que actualmente se escribe en América Latina es muy alta y fue como mi filtro: tratemos de encontrar las mejores escritas, las que desarrollen el arte literario con más refinamiento. Hay muchas más. Eso también lo digo en el prólogo, que la calidad es tan buena que uno podría seguir escogiendo crónicas. Lo que pasa es que llega un momento en el que uno tiene que someterse al formato del libro y no me puedo pasar de 60 crónicas, de 50".
¿Fueron muchas lecturas y decisiones?
"En cuanto a la cantidad, la primera mentira que eché es que había leído por ahí tres mil, pero sí leí muchísimas. Y lo otro, de escojo esta y cómo dejo aquella, eso siempre pasa cuando uno hace una antología. Uno va decantando a riesgo de equivocarse y ya cuando se confronta con los cronistas, a veces le dicen prefiero que me publique esta y uno negocia".
¿Hay un boom de la crónica latinoamericana?
"Es que es redundante decir que el cronista hace literatura, porque los cronistas son literatura. Interpreto tu pregunta en este sentido: hay un auge de los cronistas porque hay muchas revistas de crónica, muchos talleres de crónica, porque las facultades de comunicación tienen interés por ella. Hay otra cosa y es que hay un nuevo tipo de lector. El típico de literatura, de novelas, el estudiante de filosofía o de literatura, el abogado, el médico lector, que van viajando hacia otro modelo, de gente más joven que lee revistas, textos más cortos, en la red y la crónica es un género muy versátil para ese lector. La palabra bomba a mí no me gusta porque me asusta".
¿Cuál es la intención del prólogo? ¿Enseñar?
"Eso es muy ambivalente, porque lo primero que digo, creo que en la página dos, es sáltese el prólogo y váyase a leer crónicas. Es decir, el aparato crítico no es necesario realmente para que un lector disfrute del libro, pero a la vez también durante todo ese largo proceso de escogencia uno va descubriendo cosas: cuáles son las características de la creación de la crónica, las características de la crónica misma, cuáles son los temas preferidos y uno va a localizar los deportes, los ritos sociales, los conciertos, la gente rara, anómala, la gente de la delincuencia, extravagante. En fin, va uno va tomando apuntes y al final tiene casi un libro aparte. Yo traté de hacer una cosa de sintetizar todos los hallazgos, los descubrimientos, los raciocinios que había hecho y presentarlos ahí. Pero siempre he pensado que lo mejor que uno puede hacer con un prólogo es saltárselo. Acabo de terminar una antología de poesía de León de Greiff y ya cansado, porque me tomó muchos años porque él escribió mucho, escribí un texto largo y dije, yo qué voy a poner a leer ese texto tan largo antes de que vea los poemas. Resolvimos incluirlo como epílogo".
¿Los cronistas son escritores o periodistas?
"Es que un periodista que escriba bien está haciendo literatura, creo yo, y eso ha ocurrido toda la vida. Uno lee lo que llamaba crónica, que ahora ya no lo llamamos así, que escribía Luis Tejada o las colaboraciones de Tomás Carrasquilla en el Espectador hace 100 años, eso es literatura. Cuando un periodista escribe bien está haciendo literatura, así esté redactando una simple noticia. ¿Qué es la literatura? Es el arte de usar la palabra escrita. Yo no veo muchas diferencias, realmente, a pesar de que formalmente se establecen".
Pero de todas maneras, hay un margen entre la ficción y la realidad
"Ah pero claro. Por eso es que me parece que el grado de dificultad es mayor, porque el novelista puede inventar para producir un efecto, un cronista se tiene que limitar a lo que llamamos verdad y escribir bien. Es más difícil ser creativo y manejar los tiempos y el ritmo de la narración cuando lo que estás contando no lo estás inventando sino testimoniando".
¿En Darío Jaramillo Agudelo hay un afán por compartir conocimiento?
"Creo que soy un vicioso de la lectura y todo vicioso está interesado en contagiar su vicio. Creo que el mundo andaría con menos prisa si todos los días todo el mundo se sentara a leer. Lo que hay, en esas antologías que hago para niños o adultos, es contagiar la lectura por ahí. Yo la he pasado tan bien leyendo y les hago propaganda a los libros, no porque vayan a aprender más, sino por el gusto de disfrutar de una aventura con las palabras".
Eso tan raro. Usted también es abogado y economista...
"No, yo fui abogado de la Javeriana y alcancé a ejercer el derecho. Trabajé en otras cosas, fui empleado del Banco de la República, de allá me jubilé, ahora ya no hago nada. Cuando es necesario digo que soy abogado, porque la gente se asusta con los abogados. Entonces cuando tengo que asustar a alguien digo que soy abogado (...)".
Y aquí, en este punto, está la pregunta secreta. Tiene que ver con los helados, pero "eso es un verdadero secreto" n
¿Trabajó con los cronistas?
"Yo no soy amigo de todos, algunos no les he visto la cara ni he hablado con ellos, con la inmensa mayoría sí, pero hay otros con los que terminé haciendo una clase de contacto, inclusive muy a favor del libro. Me ayudaron mucho Alberto Salcedo Ramos, Leila Guerriero, Mario Jursich. También esos criterios ayudan a que uno mejore la selección".
Dice en el prólogo que la crónica en Argentina es la columna vertebral, ¿qué es en Colombia?
"Cito a Tomás Eloy Martínez y es una forma de lectura, lo que pasa es que uno puede optar por un método en que la crónica sea la columna vertebral. En Colombia también se podría hacer. Usted puede escoger los siglos de la conquista y hay crónicas de Indias, puede escoger a Juan de Castellanos que escribe en verso una crónica de personajes ilustres. Saltas al siglo XIX y te encuentras unos relatos de costumbres que son pura crónica, Vergara y Vergara o todos esos autores del XIX. También los poetas modernistas escribían crónicas. Y saltas un poco más adelante y también hay crónica, la de Felipe González o la de Jiménez o inclusive las de Caballero Calderón. Es que depende de dónde uno esté parado, puede establecer los antecedentes históricos que permiten hacer toda la relación histórica de la crónica. Jorge Isaacs escribe una crónica sobre el Río Magdalena, además de hacer la María".
Hay unos cronistas que escogió que son muy famosos, pero otros los descubrió...
"Hay unos cronistas que tienen la camiseta bien puesta, los Dorlan Pabón del equipo. Leila es una excelente escritora, con Juan Villoro, con Caparrós, con Alberto Salcedo. Hay un montón de jóvenes, entre ellos unos que de pronto salen con unas cosas deslumbrantes y entonces hay que tratar de cantar. También admitiendo que hay mucha crónica en la red, me puse a buscar qué había en ella, que se escribió, que se publicó que nunca ha estado sobre el papel y di con varias. Y en una de estas doy con este muchacho Carlos López, que es una excelente crónica sobre el terremoto de México del 85. O como Frank Báez el poeta dominicano, que yo lo conozco como poeta, entonces leyendo su revista de poesía virtual, donde publica crónica, de pronto me encuentro una estupenda crónica del concierto de Bob Dylan en República Dominicana. Hay otro factor que influye para los desconocimientos y es que en Colombia no sabemos nada de El Salvador o del Uruguay. Y de pronto encontrar que en El Salvador hay un diario virtual que se llama El Faro y que publica cronistas tan buenos como Frank. Es como pasa con la poesía que hay celebridades locales, departamentales, nacionales e internacionales. Aquí también, pero aparte de la celebridad, en alguien que no conozcamos en Colombia, que publique en una pequeña edición unas crónicas como El poeta y la boxeadora de Alejandro Toledo, eso hay que distinguirlo, resaltarlo y meterlo en la antología, por ese criterio de calidad del que te digo".
Estaba hablando con Jaime Jaramillo Escobar de la voz en la poesía. ¿También importa en la crónica?
"Creo que la persona más llamada a hablar de eso es Jaime Jaramillo. Personalmente pienso que la poesía viene de la conversación, viene del habla cotidiana, no es un descubrimiento mío. O sea que para empezar la poesía en sus orígenes míticos es canto, también voz, por supuesto. Se volvió literatura porque se volvió palabra impresa, pero sigue teniendo la vocación y debe resistir la prueba en voz alta. Sobre eso yo aplico siempre una cosa que aprendí de Flaubert, o más con Lowry, que la llamaba la prueba de Flaubert, lo que hacía él es que cuando terminaba un libro lo corregía leyendo en voz alta, del mismo modo que lo había hecho Flaubert. Y yo sin ser Flaubert, o mejor dicho, porque no soy ni Flaubert ni Lowry, que tenían mucho talento, estoy más obligado a hacer esa prueba con lo que escriba. Sea poesía, novela o ensayo o lo que sea lo leo en voz alta antes de terminarlo".
¿Cuál sigue siendo la relación con Medellín?
"Voy todos los meses. Estoy en mi casa, visitando a mi madre, a los amigos. Ahora, si a mí me ponen a escoger el lugar del mundo donde yo quiero vivir, escogería a Bogotá. Creo que básicamente porque estoy aquí. Siempre que voy a Medellín estoy pensando en el clima, qué calor. Aquí no siento eso, sino una conformidad con la temperatura ambiente. Me gusta de Bogotá que aquí tengo mi casa y me gusta estar en mi casa. Yo creo que es eso, la costumbre de estar aquí".