Me transfiguro en lo que pienso durante todo el día.
Transfigurarse es cambiar de figura. Figura es la forma exterior de un cuerpo que lo diferencia de otro.
La figura tiene relación con la vista y el tacto. Entre millones de rostros no hay dos iguales, comenzando por el de la piedra. Los contemplo ensimismado.
Mis sentimientos son decisiones mías. La tristeza vuelve triste cuerpo y alma, y la alegría vuelve alegre todo mi ser.
Me asombro al mirarme en el espejo. Mis decisiones me transfiguran de la cabeza a los pies. Me adueño de ellas, el secreto de mi transfiguración.
A S. Juan de la Cruz, poeta consumado, le interesa sobremanera la figura.
"Sola sin forma y figura / sin hallar arrimo y pie / buscando allá un no sé qué / que se halla por ventura" . Se mueve con pasmosa habilidad en el mundo sin figura de Dios. Sus versos enloquecen al lector.
"Descubre tu presencia / y máteme tu vista y hermosura / mira que la dolencia de amor / que no se cura / sino con la presencia y la figura" . El lector se encuentra de repente sumergido en el éxtasis. Más allá de todo cálculo, cuanto más lee estos versos, más descubre que es otro siendo el mismo.
Jesús subió a la montaña y se transfiguró. Sus vestidos se volvieron blancos como la luz y su rostro radiante como el sol. Armonía suavísima de la blancura del cuerpo y la luminosidad del alma.
Jesús vino a enseñarnos la transfiguración, metamorfosis de lo humano en lo divino, esencia del arte mágico. Artista consumado, envolvía todo en la magia de la mirada.
Los ojos son el espejo del alma. Mis sentimientos y pensamientos expresan mi interioridad. La transfiguración es el acontecimiento más natural de la vida cotidiana, y por eso la cultivo con esmero sin fin.
Las palabras desde la nube tienen tono singular para cada uno: "Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo todas mis complacencias, escúchenlo". A medida que lo escucho me transfiguro en él.
La transfiguración me llena de miedo y alegría a la vez, fuerza secreta llamada fascinación. Me enseña que el amor es perfecto cuando "emparejan tan en uno los amantes, que se transfiguran el uno en el otro, y entonces está el amor todo sano". Me asombra la transfiguración, el pan que satisface el apetito de divinidad del hombre de hoy.
*Monticelo, Centro de Mística.
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