Si entre sus familiares más cercanos la muerte de Eliana María Cárdenas extendió una sombra de dolor, en el centro comercial el Palacio Nacional, donde laboraba con su compañera Lina Henao, todo se volvió tristeza.
Desde el día de ocurrida la desaparición de ambas, los empleados y compañeros -hombres y mujeres- de este complejo comercial han manifestado su rechazo a lo sucedido y a la vez resaltado las cualidades de las jóvenes.
Y ayer, cuando ya se ajustaban diez días de que ambas sucumbieran en el río Medellín, los recuerdos de nuevo afloraron.
A Eliana la recordarán por su sencillez, por su excelente compañerismo y porque era una muchacha compartida y sin misterios para entregarse a la amistad.
Dice una joven que fue su amiga en uno de los almacenes en los que laboró, que Eliana, aunque se mantenía más con Lina, con otras amigas y compañeras también se la llevaba bien.
-Ella nos traía arepas de las que hace la mamá, que son de esas amarillas deliciosas y a nosotras nos encantaban-, relató.
Sobre su comportamiento como mujeres, expresó que era ejemplar en ambas.
-A Eliana nunca se le vio un escote, usaba blusas tapadas y tampoco era de hablar palabras groseras ni nada-, comentó la amiga.
En diciembre, dicen allí, la vieron feliz porque se había comprado unas chanclas de plataforma beige y en cabuya, de las que estaba enamorada hacía tiempo.
También contaron que un día se fue con Lina a comprar unas faldas para estrenárselas el 24.
-No sabemos si se las lograron poner, porque de todas maneras acá era el trabajo y las jornadas son largas-, apuntó una excompañera.
En uno de los almacenes en los que trabajó Eliana antes de pasar a Chicos Malos, fue administradora. En ese cargo, dicen, se desempeñó muy bien, "no se agrandó por eso, trataba a todos por igual".
Era Eliana una jovencita de gustos muy sencillos: no tomaba ni era de rumbas hasta tarde, "ella prefería estar en la casa con su mamá", dice una joven que compartió con ella muchas jornadas.
Tenía un gustico especial por las galletas Festival y las Wafers y siempre llevaban -ella y Lina- el almuerzo de la casa, lo calentaban en la cafetería y se lo comían juntas.
Eran, en suma, de esas que lo daban todo por sus amistades. Y como si fuera una premonición, una de sus amigas cuenta que entre las cosas que hablaba de su novio "Santiago", que luego resultó ser Guillermo León Marín Sierra, era que le gustaba la velocidad, "ella dizque le decía que cuidado, pero vea lo que pasó".
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