La voz le flaqueó y luego, las lágrimas se vinieron, en explosión. Tenía los pies un poco más arriba del suelo. "Una emoción muy grande, que no puedo contener en mi pecho". A los que lo escucharon, la piel se les puso de gallina. Minutos antes le habían dicho a Diego Antonio Londoño que era el ganador absoluto. Su silleta emblemática, la mejor entre las de los 500 campesinos que estaban listos para desfilar.
No obstante, la alegría de Diego era solo un pedacito. El resto estaba repartida entre los otros 29 miembros de la familia, los dos padres, hermanos, esposas, hijos, primos. "Estamos muy orgullosos, este es un trabajo en familia. Lo único que hacemos nosotros es cargar la silleta", dijo Mauricio Londoño, uno de los hermanos.
No obstante, todo viene de la mamá Blanca Ligia Londoño, quien por 48 años participó, pero que por problemas de salud, señala Diego, "me cedió este honor tan grande de venir a reemplazarla".
De primero, el ganador hizo los 2.5 kilómetros. Su silleta le enviaba un mensaje a los niños. La necesidad de educarlos. Varios pequeños en flores tocando un instrumento se veían en su silleta. Esos mismos que llevaron felicidad a los oídos de la familia Londoño Londoño de Barro Blanco.
Detrás de Diego, a los otros ganadores les saltaba el corazón. La mejor tradicional fue para Carlos Alberto Londoño de la vereda Barro Blanco y la monumental para Luis Gonzalo Zapata de El Placer.
¡Vuelta! ¡Vuelta!, gritaba la gente. Diego daba tres pasos y una vuelta y los aplausos se venían en una bandada de sonido. Iba sudando, pero "muy bien, excelente". La sonrisa intacta y "no estoy cansado". Siguió el recorrido.
El desfile estaba lleno de color. La gente, sin voz. Uno y otro grito se escuchaba a lado y lado de la calle. Y cuando Martín Atehortúa paró, visiblemente cansado, con una silleta de 90 kilos sobre sus hombros, en coro le cantaron "sí se puede, sí se puede". Después no dejarían de aplaudir hasta que se perdió de su ángulo de visión.
La felicidad estaba en el punto máximo e iba más allá de los dueños de la fiesta. Germán Efromovich, presidente de Avianca, fue uno de los jurados invitados y la emoción se le salía en su acento. "Es difícil la elección. Estoy seguro de que cometimos alguna injusticia, porque había que escoger y después de los criterios técnicos, queda el gusto de uno, pero esto es maravilloso".
El clima, exacto. El sol se escondió un poco y la única lluvia, las flores lanzadas desde los helicópteros de la Fuerza Aérea, que adornaron los cielos con sus figuras.
Y esta vez los silleteros estuvieron acompañados por comparsas y muchos músicos. Aníbal Alzate, de la cuadrilla que vino desde Riosucio, Caldas, lo dijo todo: "las silletas que hemos visto pasar son un premio que nos da la vida, al estar en este desfile".
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