Durante cuatro horas la noche del viernes tratamos de agarrar dos gatitos abandonados a su suerte en una finca. Muertos de hambre, asustados por una jauría de perros, habían estado al menos dos días dentro de un matorral.
Uno era más grande -no creo que mayor- que el otro. Deben tener unos dos meses. Tras mucho intentar, cogimos al más pequeño. El mayor salió despavorido y le perdimos el rastro. El gatito no hacía más que maullar asustado. El alimento que le brindamos lo calmó un poco.
¿Saben? El que escapó regresó al sentir el llanto del que seguramente es su hermano. Se acercaba temeroso y retrocedía al sentir cualquier ruido. Le dejamos alimento y comió todo lo que pudo, pero no se dejaba coger. Pusimos un arnés al más pequeño, para que al estirar la cuerda se acercara al mayor. Lo llevamos al garaje, donde, solo, comenzó a maullar asustado. Su hermano acudió. Gracias a esa aparente demostración de afecto felino -¿tienen sentimientos los animales?- lo pudimos coger. Estaba muy agresivo, tal era el susto.
¿Qué les habrán hecho quienes los abandonaron?
Ahora la intención es darlos en adopción para que sobrevivan y reciban cariño.
Traigo la historia por la muerte del león Tyson, un felino que siempre debió permanecer en su África natal (o la de sus padres).
Seguimos de abuso en abuso con los animales. Los tenemos en un circo, como si andar de pueblo en pueblo en jaulas fuera su hábitat y aparecer ante un público su medio de supervivencia. Un circo al cual, increíble, aún asisten adultos que llevan sus niños para enseñarles a ver animales sometidos a unos actos para los cuales no nacieron, sólo por diversión de algunos y beneficio económico de los dueños de la carpa.
No es el único uso aberrante. En julio, se presentó en Estados Unidos el documental Nim, sobre el descabellado intento en los años 70 del profesor Herbert Terrace, de Columbia University, de criar un chimpancé en una familia humana para comprobar la adquisición de lenguaje.
Decenas de grandes simios permanecen en laboratorios de Estados Unidos para experimentos cuya necesidad se cuestiona cada vez más, como mostró hace poco Roscoe Bartlett, fisiólogo que trabajó con simios. En la Unión Europea, unos 12 millones de animales fueron usados en 2008 en toda suerte de experimentos. La semana pasada, la Clínica Mayo mostró como gran logro un gato fluorescente, verde, para investigar sobre el sida felino... y el humano. No es promisorio el futuro de esos mininos tipo marciano.
Pese a estos casos y otros como la tauromaquia (en desuso) y los zoológicos, crece el número de quienes creen que los animales son tan dignos de consideración como una persona, así muchos como los que visitan aquellos circos no se hayan dado cuenta del cambio de los tiempos.
Maullido : Murió una niña en una letrina: Antioquia le concede prioridad a la electrificación, cuando es más importante la salud y ello exige buenas instalaciones sanitarias. El problema es que eso, en zonas rurales, no da plata.
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