El líder de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, ha dado un paso adelante, pero no necesariamente para estrechar la mano tendida que ante el pleno de la Asamblea General de Naciones Unidas le ofreció el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, minutos después de que se oficializara la petición de reconocimiento de Palestina como Estado con plenos derechos.
La voluntad de paz que ambos invocaron para solucionar el conflicto sigue anclada en las peticiones que tanto Israel como Palestina han fijado para no conseguirla. Abbas pide el desalojo de los territorios ocupados en Cisjordania y que Jerusalén sea reconocida como la capital de Palestina, mientras Netanyahu descarta cualquier negociación que implique ceder las zonas consideradas estratégicas para su seguridad nacional.
El mano a mano del viernes en la ONU sólo ha conseguido muchos aplausos y no pocos silencios, pues ha quedado en manos del Consejo de Seguridad del organismo la difícil decisión de romper la inmovilidad en que está el proceso de negociación desde hace poco más de un año.
Este lunes ha sido citado el Consejo de Seguridad para deliberar sobre la petición Palestina, pero se da por descartada una decisión definitiva. El llamado Cuarteto (Estados Unidos, Unión Europea, ONU y Rusia) han pedido que Palestina e Israel reanuden los diálogos de paz dentro de un mes y se fije un cronograma para una solución definitiva antes de finalizar 2012.
Estados Unidos, que ratificó su apoyo incondicional a Israel, ha vuelto a extender el tapete para que las partes reanuden de inmediato las negociaciones, antes de tener que imponer el veto a la solicitud Palestina dentro del Consejo de Seguridad, donde la votación también es incierta, dadas las implicaciones que tendría aprobarla o negarla. Se necesitan 9 de los 15 votos para conseguir el reconocimiento de Palestina como Estado con plenos derechos. Colombia ya anunció que se abstendría de votar.
El otro escenario posible es someter la petición de Palestina a la asamblea de la ONU para que sea aceptado como Estado observador, lo que tendría también profundas repercusiones políticas, pues Israel podría ser denunciado ante tribunales internacionales de justicia y ante La Haya por la ocupación de los territorios palestinos.
Cualquier decisión, en consecuencia, no se tomaría antes de conseguir que Abbas y Netanyahu vuelvan a la mesa de diálogo. Israel dio un paso en ese sentido e invitó a Palestina para que de inmediato retomaran una agenda creíble y cumplible. El problema es que la confianza entre ambos líderes hace rato se rompió y los alcances de una negociación ya no dependen de ellos.
Israel está totalmente aislado en la región, tiene problemas graves con Turquía y Egipto, y Estados Unidos, su gran aliado, teme que las revueltas de la "Primavera árabe" se agraven si impone un veto contra Palestina, apoyada en sus aspiraciones como Estado independiente por Arabia Saudí y Jordania, a su vez socios estratégicos de Washington en Medio Oriente.
Así las cosas, la petición de Abbas, más allá de los resultados, ha conseguido inyectarle capacidad política a su desgastado liderazgo, mientras el tono conciliador de Netanyahu ha pretendido vender la idea de que el proceso de paz en Medio Oriente no avanza por culpa de los propios palestinos. Un mano a mano que sólo será posible resolver con la ayuda de un tercero: la ONU.
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