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Mi casa sosegada

  • Ernesto Ochoa Moreno | Ernesto Ochoa Moreno
    Ernesto Ochoa Moreno | Ernesto Ochoa Moreno
19 de agosto de 2011
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Aún está tibio, como pan recién salido del horno, el libro " Mi casa sosegada ", del sacerdote carmelita Hernando Uribe Carvajal, de la Casa de Espiritualidad o Centro de Mística de Monticelo, en El Poblado. Es un bello y denso volumen, publicado hace apenas unas semanas por Editorial Lealón, que recoge una selección de artículos publicados por el autor en los últimos veinte años, en El País , de Cali, primero, y en El Colombiano , de Medellín, durante la última década y en la actualidad.

No es fácil que las columnas de opinión de un periódico, una vez compiladas, mantengan actualidad y frescura, porque la fugacidad y la caducidad son de la esencia del periodismo. Encontrar, a la vuelta de los días y de los años, si no esa actualidad perdida, al menos una vigencia de pensamiento, junto con un logro literario no marchito, es la prueba de fuego del periodismo escrito de opinión.

En el libro de Hernando Uribe ese objetivo se consigue, no sólo por el valor y el tono de lo escrito, sino también porque su temática y el claro propósito que anima su apostolado de la pluma buscan ser expresamente atemporales, o supratemporales. Se aprecia, al menos en sus páginas, la lucha del autor por abrirle al lector la inmarcesible actualidad que es la visión mística y espiritual de la realidad, de las cosas y de la vida. Del ser abierto al Absoluto. Mejor, del ser humano sediento de infinitud. O para decirlo sin ambages, sediento de Dios, que sería la clave del libro.

Los místicos del Carmelo son, como es apenas entendible, la inspiración que brota en cada página. No sólo porque son frecuentas las citas de sus obras, sino porque la espiritualidad carmelitana está presente en los planteamientos que esgrime el autor.

Basta mirar el título de la obra. " Mi casa sosegada ", como bien se sabe, es el quinto verso de la primera y de la segunda estrofas del poema " Noche Oscura " de san Juan de la Cruz. " En una noche oscura/ con ansias, en amores inflamada,/ ¡oh dichosa ventura!/ salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada ". Que sigue así: " A oscuras y segura,/ por la secreta escala disfrazada,/ ¡oh dichosa ventura!,/ a oscuras y en celada, /estando ya mi casa sosegada ".

El verso, aunque no es propiamente un estribillo, produce el efecto de éste al repetirse al final de esas dos primeras estrofas, en las que, por lo demás, en el verso heptasílabo que les sirve de cintura, se repite también la exclamación "¡oh dichosa ventura!", lo que llena la experiencia de la noche (noche mística de amor) de una honda alegría aparejada al sosiego, al sosegamiento.

Adéntrese el lector en el primer artículo que aparece en el volumen, titulado precisamente " La casa sosegada ", para entender la intención del autor. "¡La casa sosegada! Sosiego es paz, quietud, serenidad, tranquilidad. En ella todo es armónico, mente y corazón, cuerpo y alma, tierra y cielo, hombre y Dios. El sosiego da al corazón la atmósfera propicia que llena de vida cada célula de cuerpo y alma" (pag. 7).

El estilo de Hernando Uribe es contemplativo, oracional. Es necesario tener valor para escribir en términos místicos en un periódico. No son de muy buen recibo en los medios de comunicación este tono, esta temática y este lenguaje espiritual. Que en Uribe Carvajal no es nunca devocional ni mojigato, ni mucho confesional y anatematizante, sino el delicioso contagio de una vivencia que se regala sin pedir nada a cambio. Para ello se debe tener, quien da y quien recibe, la casa sosegada o, al menos, en trance de sosegarse.

Los escritos de Hernando Uribe son, a ciencia y conciencia -pienso yo- más un ejercicio poético que una argumentación teológica racional. Es la suya una teología sapiencial, no conceptual, ni mucho menos apologética.

" Mi casa sosegada ". Una invitación. Un contagio. Eso debe ser siempre el encuentro con la mística, con los místicos. Agua para una sed. Sosiego de viandantes.

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