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OPINIÓN EN PROCESO DE PAZ

  • JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA | JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA
    JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA | JUAN DAVID RAMÍREZ CORREA
17 de septiembre de 2012
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Con el ambiente que ha causado la posibilidad de llegar a la paz en Colombia por la vía del diálogo, me he dado a la tarea de pensar cuál es el papel de un columnista de opinión para aportar al momento histórico que vivirá el país.

De entrada lo digo: el columnista de opinión debe tomar partido. Esto, sin más ni menos, y frente a un posible proceso de paz, significa que debe ser constructor de una posición que invite a reflexionar a quienes lo leen.

Tomar posición frente a los hechos, alejada de la polarización que vive el país por cuenta de los apasionamientos que han dejado salir a flor de piel, es una manera sensata de construir espacios de debate, pensamiento y, por qué no, disentimiento civilizado, algo que es común en un país donde la opinión se ha callado con bombas y tiros.

¿Qué lógica tiene entonces que un columnista de opinión deje ver sus gustos y preferencias? Mucha, pues permite entender más allá de la situación, la forma como el generador de opinión piensa. Una cosa es lo que piensa un furibista y otra muy distinta es lo que piensa un Polista a la hora de escribir. Y eso ayuda a construir una conciencia crítica y democrática frente al momento que vivirá el país cuando en una misma mesa se sienten los representantes democráticos del pueblo con unos victimarios del pueblo, que argumentan razones históricas de rebelión, para justificar sus actos.

Un periodista, cuando elabora una noticia, un reportaje o una crónica, tiene el deber de mostrar la información con los hechos de facto. El periodista, sin importar el formato, parte de la fórmula clásica del qué, cómo, dónde, cuándo y por qué y con eso, sienta las bases para un periodismo crítico y fiscalizador.

Y ahí es donde aparece el columnista de opinión, quien tiene la posibilidad y la potestad de interpretar todo aquello que los medios de comunicación buscan, escudriñan y descubren, con un criterio de sensibilidad, honesto y bien estructurado, que invita a pensar.

En esa estructuración, el columnista debe pensar en todo, desde lo más truculento hasta lo más inocente, para que su posición no pierda el norte y sea tan sólida, que quien lo lea, pueda formar una idea positiva frente a lo escrito o lo dicho, y si esa persona lo rechaza, por lo menos lo hará con la madurez suficiente para evitar el insulto y la descalificación.

Traigo a colación una enseñanza del maestro de periodismo de opinión, Javier Darío Restrepo , que resume lo anterior. En alguna ocasión, Javier Darío preguntó a algunas personas reunidas con él que si como columnistas de opinión lográbamos tener la dimensión y la conciencia de que quien nos lee busca un punto de vista que le abra la mente y lo ponga a pensar. Esa es la máxima que me orienta a mí a la hora de escribir.

EL columnista de opinión no puede ser un convidado de piedra a un momento histórico del país como el que vamos a vivir. Por el contrario, debe tener la capacidad de aterrizar lo que suceda en esa mesa para que, como lo dijo Alejandro Santos , se pueda ejercer ese contrapoder necesario frente a los que quieren sacar réditos personales con la paz, mantener la lucha ética frente a los victimarios y la lucha moral frente a las víctimas.

No olvidemos que la paz tiene una herramienta clave para llegar a la reconciliación: los medios de comunicación. De esa manera, podremos tener de dónde valernos para construir una mejor sociedad.

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