El miércoles pasado, Óscar Duque Hernández avanzó en la escritura de su nuevo libro, sobre esa orquídea que le quitaba el sueño, la Stelis, y en la mañana del viernes, murió.
Y no era de extrañarse que hasta último momento de sus 87 años, él estuviera consagrado a la ciencia. Y más, sabiendo que era un hombre saludable.
El jueves, la víspera de su muerte, habló por teléfono con Javier Ríos, el director de Orquídeas, Pájaros y Flores. Éste llamó a su viejo amigo para contarle detalles de la reunión de la entidad, porque, cosa excepcional en Óscar, no había asistido. Se quedó acompañando a su esposa, Victoria Fisher, que estaba lesionada de un pie.
Javier le contó que las dos plantas que él le había regalado hacía unos días, de flores pegadas a las hojas en forma de cintas, habían ganado premio en el concurso interno.
"¡Sigue así, cultivando tus plantas, que vas muy bien!"
"Lo noté distinto -comenta Javier Ríos-, como animado y hasta con un volumen de voz que contrastaba con el normal, más bien bajo. Y se lo comenté a Vicky, en otra conversación unas horas más tarde".
Y es que Óscar se caracterizó por ser discreto en todos sus detalles.
Desde los lejanos tiempos cuando este médico graduado en la Universidad de Antioquia fue Secretario de Educación del Departamento, en 1955.
Fue entonces cuando Victoria lo conoció, la norteamericana que llegó enviada por las Naciones Unidas a trabajar en la Biblioteca Piloto, porque ésta era regida por ese organismo, y que dos años más tarde, en febrero de 1957, habría de casarse con él, en California.
"Al principio, lo conocía de lejos -cuenta ella-. Me enteraba de que el doctor Duque hacía grandes cambios en la educación". Pero no fue sino hasta el 56 cuando se hicieron novios. Óscar había quedado viudo de Eleaonor Brumbaugh, una paisana suya, con la cual él tuvo un hijo, David.
"Cuando nos casamos, Óscar fue profesor de tiempo completo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia", y allí llegó a ser decano.
Óscar era músico. Tocó el violín y la bandola en la Orquesta Médica, hasta que se acabó. "Se presentaban en el Paraninfo y viajaban a los pueblos", recuerda Victoria.
Evocando un tiempo en que fue amigo íntimo del médico y defensor de los derechos humanos Héctor Abad Gómez. Solían visitarse y hablar largamente en la casa de cualquiera de los dos.
Todavía no había empezado su pasión por las orquídeas.
"Descubrimos las orquídeas en 1985 -cuenta Victoria-. Compramos una finca en El Santuario. Un monte con riachuelo y cascada. Y allí nos internábamos y observábamos esas flores".
Victoria y Óscar acostumbraban tomar una copa de vino, al caer la tarde. Y hablaban plácidamente de las cosas de la vida. Una vida intensa, sin términos medios. "Vivimos 52 años juntos. Una vida de ensueño. Viví feliz a su lado y en medio de los paisas".
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