Poco a poco, Gustavo Petro ha ido consolidando su estilo populista de gobernar.
La decisión de convertir la plaza de toros La Santamaría en un espacio de poesía y literatura es una medida que busca obtener el apoyo de un amplio sector de la sociedad bogotana y colombiana, que como otras, han sentido decepción con el gobierno del alcalde del progresismo.
Acabar con las corridas de toros en Bogotá no es una decisión motivada por el altruismo y la nobleza, sino por el cálculo político, las ganas por cautivar adeptos y el objetivo de quedar sonando en la mente de los colombianos como el político que tomó una decisión audaz y popular.
Si de verdad Petro quisiera establecer una política púbica para la protección de los animales debería empezar recogiendo a los perros callejeros y acabando con las zorras que maltratan a tantos caballos.
Pero no, el objetivo de Petro es figurar mediáticamente, ganar aplausos y perfilarse como un líder nacional, pues decisiones como estas, que son fáciles de digerir y generan impacto y recordación, son altamente efectivas en las fechas de votación.
Muchos aplauden hoy la medida de acabar con las corridas. Esa dicha terminará cuando Petro u otros gobernantes de esta misma línea tomen decisiones que afecten las aficiones y gustos de quienes hoy celebran.
El populismo progresista ha apuntado contra los taurinos, mañana puede ser contra cualquier otro grupo. Ahí radica el peligro.
Como es usual con los políticos tradicionales que son muy buenos en la retórica pero no tanto a la hora de cumplir con los principios y valores que tanto predican en campaña, Petro impuso su voluntad frente a este tema y huyó al debate plural y democrático que tanto defendió como senador de la República y por supuesto como candidato.
En Bogotá no hubo debate con el sector taurino, simplemente una condición en donde el Alcalde exigía que no se matara al toro en la corrida -pero sí en los corrales donde nadie podía ver-.
Ante la negativa de la Corporación Taurina de Bogotá a cumplir la hipócrita condición, Petro impuso so voluntad y dio por terminada la fiesta brava en la capital.
Este caso debe hacer pensar al país.
Los afectados hoy son los taurinos, mañana puede ser cualquier otro grupo al cual sea popular y electoralmente rentable perjudicar, incluso a los que hoy aplauden la decisión de Petro.
La política debe ser hecha con convicción, motivada por principios, teniendo en cuenta la opinión contraria y no motivada por el populismo y el afán por el aplauso de la mayoría.
Así no, Alcalde Petro.
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