Mantenemos los ojos puestos en lo que hacen los otros y cómo nos distraemos con esto, dejamos de hacer lo que nos corresponde.
Imaginémonos un país en donde todos cumplen con las leyes y las costumbres son compartidas, comprendidas y aplicadas por quienes lo habitan y, ante esto, los visitantes se acomodan y se comportan como los nativos. Ideal y utópico. Ningún ser humano está programado para esto y sería aburrido y quieto, totalmente quieto. La gente se moriría de tedio o como sucede en los que menos problemas tienen, se incrementaría el número de suicidios. Ese panorama no es el que tenemos a la vista, por el contrario, aquí cada uno quiere hacer lo que quiere y en ocasiones se ampara en lo que hacen los demás, para hacer lo mismo en mayor proporción. Todos queremos hacer parte de las excepciones y ninguno se quiere filar para cumplir los compromisos.
Esto pasa en el sector privado y en el público y quien honra los compromisos es mirado con extrañeza y en algunos casos lo investigan los entes de control, puesto que eso es inusual y está por fuera de toda lógica. Es que la lógica es lo contrario a cumplir las normas.
Ahora se arguye que como no hay certeza del cumplimiento de los otros, sería irresponsable cumplir con lo que a mí me corresponde. Eso lo entendí de una explicación que dio una empresa pública para no depositar un dinero en donde debía depositarlo, decisión que le costó una multa. La obligación es cierta y el futuro de lo que suceda no está en sus manos; cumpla lo que le corresponde y basta. Por favor, olvidemos el paternalismo que nos acompaña desde siempre, o será más bien la vanidad que nos induce a pensar que nosotros somos los indicados para decidir cuándo los otros están preparados para hacer lo que deben hacer. En esas actuaciones o decisiones subyace: o un desprecio o un complejo de superioridad infundado, o ambos.
Nuestro subdesarrollo está en gran porcentaje en la mente y en las costumbres de informalidad e ilegalidad que rigen el comportamiento colectivo. En los países cercanos al imaginario propuesto, el desarrollo llega con facilidad y siempre será creciente. Aquí debemos cambiar la actitud frente a las leyes o siempre estaremos a la zaga del progreso.
No recuerdo si fue Maquiavelo el que dijo "Piensa mal y acertarás", pero casi todos actuamos de esa forma y nadie se siente impulsado a romper ese paradigma.
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