El desempeño de la caficultura colombiana desde el rompimiento del Pacto Cafetero no ha sido el mejor. Es claro que, no obstante los cambios favorables que se han dado en la demanda y el consumo mundiales de café, Colombia no ha sabido aprovechar los nuevos escenarios ni ha sido capaz de ajustar su estructura productiva para acomodarse a las nuevas realidades.
Durante la década pasada, el consumo mundial de café mostró un mayor dinamismo debido, en parte, al surgimiento de nuevos mercados, especialmente en las economías emergentes. Adicionalmente, se registran nuevas tendencias como la innovación en las formas de consumo y el surgimiento y afianzamiento de los cafés especiales. Todo esto refuerza la tendencia hacia la creciente diferenciación del producto.
En cuanto a la producción mundial de café, esta ha venido creciendo con fuerza en ciertos países, siendo los casos de Brasil y Vietnam los más destacados. Esto ha modificado la participación de los países productores en las exportaciones del grano.
Igualmente, las variedades robustas han ganado espacio a cuenta de las arábicas. A todas estas, el desempeño de Colombia en el contexto del mercado internacional del café luego de la ruptura del Acuerdo Internacional de Café se caracteriza por una paulatina pérdida de participación en las exportaciones, la producción y el consumo.
En la producción y las exportaciones su crecimiento ha sido menor al de países como Brasil, Indonesia, Tanzania y Vietnam. En términos del consumo interno, su dinámica ha sido inferior tanto a la registrada en países consumidores tradicionales como en países exportadores.
Como consecuencia de todos estos cambios, la variabilidad cíclica de los precios del café a los productores aumentó después de la ruptura del Acuerdo. Sin embargo, los niveles de precios mantienen los diferenciales que se han observado históricamente y en los que los cafés suaves colombianos perciben los mayores precios. Por su parte, los cafés robustas reciben los menores.
Esto, junto al hecho de que el café colombiano recibe una prima de 200 puntos sobre los demás cafés transados bajo el contrato C de la Bolsa de Nueva York, refleja el hecho de que la valoración que de nuestro café hacen los consumidores alrededor del mundo se mantiene. Este es un asunto de capital importancia para el desarrollo futuro de la caficultura colombiana.
Es claro, entonces, que en un escenario de mercado libre Colombia ha perdido espacios comerciales. Esto contrasta con lo que pasaba cuando el mercado estaba altamente intervenido y Colombia era un actor determinante. Dicha pérdida indica que la política, los instrumentos y la institucionalidad cafeteras no han evolucionado al ritmo de lo que lo hacen el mercado mundial y nuestros competidores.
Sin duda, el factor diferenciador de la caficultura colombiana está en su diversidad y calidad. Además, los mercados y las demandas mundiales se mueven, precisamente, en esta dirección.
Cabría esperar, entonces, que las políticas y la institucionalidad cafetera fortalezcan las ventajas productivas y competitivas de la caficultura que se derivan de su riqueza natural con el fin de hacer el pleno aprovechamiento de las oportunidades que ofrecen los mercados.
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