Juan Carlos Ledezma decidió que quería ser artista desde que estaba en el colegio. Tenía 17 años, se había ganado un concurso de pintura y la admiración del profesor de arte, que lo impulsaba a pintar y reconocía su talento. Ahí encontró una forma de expresarse y de ser mejor, de sentirse bueno y reconocido.
Le puede interesar: Visitar la Bienal en sus últimos días y cinco planes imperdibles para este fin de semana en Medellín
Pero todos a su alrededor lo desanimaron, nadie creía que pudiera vivir del arte, mucho menos en Popayán. Entonces se puso a trabajar en lo que encontraba, recogiendo café, sacando arena de ríos y como ayudante de construcción. Así estuvo un par de años, hasta que decidió venir a buscarse la vida a Medellín, eran los años 80, pleno auge de Pablo Escobar y el Cartel de Medellín. Ledezma entró a prestar servicio en la Policía, pero rápidamente terminó en el bando contrario.
–Caí en las garras de las bandas, del facilísimo, de las ganas de poseer y sobresalir. En ese tiempo la delincuencia era tremenda, todo el mundo quería estar al lado de Pablo Escobar para que lo llenara de plata, pero yo nunca dejé de pensar en el arte, sabía que en algún momento tenía que arreglar mi vida –dice Ledezma.
De su aventura delictiva habla poco. Prefiere decir lo que no hizo, los delitos que nunca cometió –ni secuestro, ni drogas, ni violencia contra mujeres y niños–. Dice que lo capturaron tres veces, las dos primeras se voló, la última se entregó. Estaba en La Pintada, a punto de tirarse al río Cauca –se ahogaba o se escapaba– y dice que sintió la voz de un niño que lo llamaba.
–Yo me imaginé a ese niño preguntando por su padre y pensaba quién le va a responder, quién le va a decir quién soy yo. En ese momento alcé los brazos y me entregué, fue muy duro pero valió la pena –dice.
En la cárcel volvió a pintar. Empezó con un compañero que rápidamente se voló y dejó el cuadro a medio hacer. Ledezma lo terminó, lo quiso vender por 20.000, pero le dieron 2.000 pesos. No fue mucho, pero los compañeros empezaron a conocer su trabajo y a encargarle pinturas, un paisaje, un retrato familiar, unas rosas para la esposa o la novias, en fin. Otros compañeros le pedían que les hiciera dibujos en el cuerpo para que otros los tatuaran, y así.
Pintaba con lo que tenía, que no era mucho, ensayaba materiales, hacía esculturas, leía de arte lo que encontraba en la biblioteca de la cárcel y aprovechaba las clases que a veces le daban profesores que venían de afuera.
–Yo los abordaba con mis inquietudes y ellos amablemente me colaboraban. El arte es eso, donde haya una persona en calamidad, llegan otros con la sensibilidad –afirma Ledezma.
Pintaba lo que veía, la cárcel –Bellavista, La Tramacua–, los compañeros, las dinámicas, el dolor, el olvido.
–Eso era lo que se veía y yo no quería mostrarlo de la misma manera, que es muy dura, entonces con eso de pronto alegraba un poquito la vida de la gente, veía que algunos compañeros se identificaban y me servía para decirle a la gente como es la vida ahí, en la cárcel, donde meten a la gente y todo el mundo se olvida. Después de la muerte está la cárcel, dónde todo es olvido –relata.
Para saber más: El mundo pasa por Medellín y Antioquia con el Hay Festival 2026
Así pasó casi 30 años. Hace apenas dos años salió de la cárcel y este año por fin se matriculó en la carrera de Artes Plásticas en la Universidad del Cauca. Está en primer semestre.
Es como si hubiera vuelto al principio. Después de la cárcel, Juan Carlos Ledezma volvió a Popayán a hacer aquello que soñaba cuando se fue, ser artista. Y el arte lo trajo de nuevo a Medellín, como artista invitado a la Bienal Internacional de Arte de Antioquia y Medellín.
–¿Qué significa para usted estar en la Bienal?
–Esto para mí es un regalo divino. Estar ahí es como si me hubieran tirado en un paracaídas a un cultivo de flores. Llegar ahí y contar con el apoyo de personas como los curadores, poder expresarles de dónde vienen mis obras, por qué las hice. Yo me considero bendecido –dice Ledezma.
En la Bienal hay cinco obras suyas: El almuerzo en la tramacu’a (2025), Mera gaseada (2025), Vallenato en la tramacu’a (2007), Carnaval entre rejas (2004) y Juetiando al diablo en Bellavista (2025). Con las obras, un televisor que repite sin parar un documental sobre su vida y su arte realizado por Adrian Franco para la serie de Telemedellín Aquí Te Espero.
Una vida llena de rodeos, porque Juan Carlos Ledezma vino a Medellín en los años 80 con el sueño de ser artista y lo cumplió, pero le costó casi la mitad de la vida, años de cárcel, pero ahí, tras las rejas, volvió a pintar y terminó enseñando –fue artista formado en la cárcel Bellavista entre 2016 y 2019–, y enseñando aprendió que es necesario creer.
–Yo me quedaba extrañado cuando las mamás de los muchachos a los que les enseñábamos a pintar me preguntaban: “¿Verdad que mi hijo hizo esa pintura? Yo no puedo creer que él sea capaz de hacer algo tan bonito”. Y yo les decía, créale que usted tiene un hijo que es capaz de hacer esas cosas bonitas. Hay que creer, pero en la cárcel nadie cree en nadie.
Corporación Trazos de Libertad
Juan Carlos Ledezma hace parte de Trazos de Libertad, una corporación creada en 2016 por la iniciativa del exdragoneante Carlos Rojas, con el propósito de buscar herramientas que permitieran la transformación de las personas privadas de la libertad a través del arte.
“En trazos invitamos a la gente a dejar de delinquir a través del arte. Nos apoyamos en la dibujo, la pintura, la escultura y el teatro como si fuera un anzuelito para atraer a los muchachos. El arte es una manera de estar libre en la cárcel, libera de problemas”, dice Ledezma.