Dos encuestas de último mes hechas por firmas diferentes, dan cuenta del bajón estrepitoso de la imagen del presidente Santos y del aumento de la desconfianza en su gobierno.
La inmensa mayoría de los ciudadanos no creen, no confían, no le apuestan al resultado serio de los diálogos con las Farc. Perciben los colombianos un deterioro evidente del orden público. Y no es que estos problemas sean nuevos. No. En la época de gobiernos anteriores hubo más atentados terroristas, siempre las Farc fueron arrogantes, soberbias y mentirosas, pero no se trataba de ocultar o minimizar esos hechos.
El problema serio de un gobernante es el ejercer el poder para su imagen. Es que no se trata de obtener un premio Nobel o de pulir una estatua. El único objetivo, aun a costa de su popularidad, es el bien común.
Cuando se actúa para la galería, y eso no funciona, entonces la solución es despedir al jefe de comunicaciones de palacio. La imagen, la favorabilidad, la popularidad de un mandatario tiene su fundamento en sus actos, sus decisiones, su cercanía sincera con el pueblo y por el fruto que den sus medidas en beneficio comunitario.
De lo contrario, ¿cómo puede esconder el jefe de prensa la incoherencia con el sonado paro camionero que mientras el Ministro de Transporte decía una cosa, el gobierno, a través del Vice, negociaba? ¿Cómo tapar la vergüenza de la comedia en la que se convirtió el nombramiento del fiscal y las negociaciones con las altas cortes?
¿Cómo explicar la monstruosa reforma a la justicia, negociada y revisada por el Ministro del Ramo, y luego desautorizada y hundida por el Presidente, como si él nunca hubiera sabido nada? ¿Cómo olvidar la fallida reforma a la educación, con el triunfo de los estudiantes en paro? ¿Cómo impedir que se conozcan los atentados de las Farc a la infraestructura eléctrica, los ataques permanentes y continuos a los oleoductos o los paros y tomas violentas de miembros del sindicato de la USO, trabajadores de los contratistas e infiltrados, de los campos petroleros?
¿Y qué de los secuestros y de la inseguridad en las ciudades y de las mentiras ramplonas de las Farc? ¿Cómo esconder el pobre desempeño de la industria y del bajón en el consumo interno? ¿Cómo ignorar que las locomotoras van a paso de tortuga y que infraestructura no arranca?
Y para acabar de "tirarse en la batica de cuadros", el fallo de La Haya sobre el diferendo con Nicaragua le cayó a este gobierno. Desgraciadamente este panorama que es pan de cada día, opaca los ingentes esfuerzos del gobierno con la ley de tierras, la reparación de las víctimas, la seriedad de la política monetaria, la solución para desplazados, la búsqueda de la equidad en las pensiones y muchos otros temas.
Los problemas que mencionamos anteriormente se deben afrontar con decisión y energía, con convicción, y los logros se deben saber comunicar y obtener cada día más para que pesen sobre lo negativo. La imagen no surge de salir pescando en San Andrés o manejando bus, o cargando un negrito. Las encuestas tienen que servir para conocer, reflexionar y actuar sobre los problemas que le aquejan al ciudadano. De lo contrario, es válida la pregunta: ¿qué culpa tiene la estaca, si el sapo salta y se ensarta?.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6