"Las únicas cosas que yo envidio son la infancia y la adolescencia", dice Salvo Basile, a quien encontramos en un certamen de la Unicef, en Cartagena. Visita a niños de los barrios Bayunca y El Pozón. Se sienta con ellos, ve sus representaciones teatrales.
Más tarde nos reunimos. Espero que cancele las suscripciones a periódicos de Estados Unidos por "el manejo amarillista que dieron al tema de los agentes del Servicio Secreto de Obama y su relación con prostitutas en la Ciudad Heroica". Después hablamos:
Salvo, ¿por qué tan indignado con esos medios?
"Porque a mí me indigna la doble moral. Conozco Estados Unidos: en Nueva York, tú bajas por la 42 y encuentras 50 - 70 burdeles a la luz pública. En Washington no se puede caminar. Y ahora nos vienen a hablar de prostitución. Estoy muy indignado. Cancelé mis suscripciones: Washington Post, out; New York Times, out; Daily News, out; lástima que tengo una amiga en CNN: si no, la cancelaría también".
Más de 40 años en Colombia. ¿Cómo fue su llegada?
"Yo vine a hacer una película con Marlon Brando. El director era Gillo Pontecorvo. La película me la hizo una chiquilla cartagenera, virgen. Jacqueline Lemaitre. Me agarró y aquí me tiene todavía, después de 43 años. Nos casamos durante la película, siete meses después de habernos conocido. Tenemos dos hijos. Cambié una carrera rutilante en el cine por una vida feliz en Cartagena. Y gané mucho más".
¿Qué le enfada del país?
"Me molestan la avaricia y la pobreza. Por eso me meto en cualquier cosa: ¿Unicef? Me voy para Unicef. Porque yo creo que la pobreza es culpa de nosotros; no es culpa de los pobres. La prostitución es culpa de nosotros; no es culpa de las niñas. Es el único sentimiento negativo que tengo hacia el país. Más bien, es un sentimiento negativo hacia mí mismo".
Y ¿qué le gusta?
"Ay, hermano, me gusta la gente. Y como soy un hombre de imágenes, en 400 kilómetros me encuentro una ciudad colonial, otra industrial, la montaña más alta del mundo cerca del mar, la selva de Palomino, el desierto... Y unas mujeres maravillosas, pintadas, como si estuvieran en Marruecos. Estuve en Medellín, invitado por EL COLOMBIANO en sus cien años. Por culpa de Medellín volví a enamorarme de Colombia. Porque ¡carajo! ¡qué ciudad! Descubrí una Medellín cultural que no conocía. Las bibliotecas más bellas del mundo están en Medellín. Entonces, eso me gusta de Colombia: que es un país que te deslumbra, que te sorprende".
¿Qué añora de Italia?
"Mi familia; el arte; la cultura maravillosa, herencia de los griegos; los museos, como el Nacional: uno de los más grandes sobre cultura grecorromana, y muchos espectáculos. Nápoles, mi ciudad, es la capital cultural de Europa".
¿Tiene proyectos para volver a televisión?
"No, gracias".
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