Después de tres horas y media de camino en auto, a 206 kilómetros de Medellín, se llega al municipio de Dabeiba donde hace 99 años la Madre Laura dio inicio a la Congregación Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Siena, con el propósito de evangelizar a los indígenas, considerados en ese entonces como unos salvajes sin alma, así como con el fin de impartirles conocimientos gracias a su revolucionario sistema pedagógico. Lo hizo sin imposiciones, aprendiendo a conocerlos primero desde afuera, hasta ganarse su confianza. Lo hizo desafiando a la misma Iglesia, el clima, las largas jornadas a lomo de una mula y los riesgos de la selva. En esa épica odisea que emprendió la Madre Laura se tardó 10 horas en llegar.
El casco urbano luce pequeño para una población de 163 años: en un amplio parque principal está la iglesia y una serie de construcciones que no sobrepasan los cinco pisos de altura. Y sobre la vía principal, la misma que conducirá hasta el mar antioqueño, el colorido de las molas, las chaquiras y las faldas hace sentir la presencia de los Embera Katío.
Aunque a estas nuevas generaciones de indígenas no les tocó conocerla en persona, saben perfectamente lo que la Madre Laura y su congregación representan en sus vidas.
“Primero que nada, le damos gracias a porque le enseñó a la sociedad que nosotros éramos personas. Ella sufrió y trabajó mucho por nosotros y todos los indígenas se lo agradecemos”, expresa con profunda emoción y respeto Joselino Carupia Domicó, profesor en el resguardo Embera Drua, en Dabeiba Viejo, Antioquia.
Reunidos en el tambo principal, a manera de salón social, sentados en unos cuantos bancos y en el piso se congrega la comunidad. “Ella enseña nosotros a rezar. Enseña y ayuda mucho”, afirma Clímaco Domicó Bailarín, gobernador del resguardo Drua, en un español menos fluido.
Congregada a su alrededor, la comunidad le pide al profesor Joselino que traduzca lo felices que están de tener ahora mejores casas, con agua y baño, huertas caseras, tanque de agua, y acceso a la salud y la educación.
“Nosotros les ayudamos con recursos y un maestro de obras y ellos pusieron la mano de obra”, explica la hermana Luisa Benítez, a cargo de la sede de la congregación en Dabeiba.
“La canonización de la Madre Laura significa que su trabajo le sirvió a nuestras comunidades indígenas no solo en Dabeiba y Colombia, sino en todos los países donde hacen presencia. Ella tiene mi agradecimiento y vamos a ir todos ese día a acompañarla”, precisó Mary Blanca Ceballos, de la comunidad Drua.
En la sede de la Congregación en Dabeiba, donde las misioneras Lauritas parecen multiplicarse, hay espacio para la educación y la salud. Según explica la hermana Luisa Benítez, la Congregación proyecta su acción misionera en los lugares en los que está inserta a través de las siguientes áreas: Pastoral en catequesis, educación, familia, salud, juvenil y de tierras; acompañamiento a los migrantes y desplazados.
En educación, por ejemplo, además de la que se rigen con el pénsum nacional, se brinda especial atención a un grupo de niños sordomudos. “En total son 17, y algunos padecen otras afecciones como retardo mental y semiparálisis”, explica la profesora Carmen Taborda.
Formación integral
Para las comunidades indígenas que viven más retiradas del casco urbano de Dabeiba, la educación se imparte in situ, no solo a los niños sino a la familia.
El ejemplo se vive patente en la comunidad de Choromandó, un resguardo Embera Katío al cual se llega después de una caminata de 55 minutos por entre senderos de rocas que más parecen cauces de ríos, cruzando un puente colgante sobre el río Sucio y más adelante sobre la quebrada Mandromandó.
Huele a hierba recién cortada, lo que facilita ubicar un pequeño sendero entre una multiplicidad de verdes.
La humedad es fuerte como el sol que alumbra a las 2:30 de la tarde en la selva.
Mientras los niños juegan fútbol en una cancha en la manga, el encuentro se adelanta en el gran tambo multiusos con las mujeres, aquellas que no paran de agradecer lo que han aprendido. “Vivimos felices con la presencia de la Madre Laura y sus hermanas. Ellas nos visitan, son muy importantes y por ellas estamos aquí”, afirma Ángela Domicó.
Gracias a las enseñanzas que reciben de las misioneras han aprendido a hacer jabones para su propio uso y para la venta, a cosechar en huertas caseras y a hacer artesanías. “Yo aprendí de ellas las artesanías y las vendo en Dabeiba”, dice Luz Edilia Domicó, madre de cuatro hijos y casada con un cultivador de maíz.
A medida que se sienten en confianza, el afán por hablar se percibe y entre su dialecto y unas cuantas frases en español, Elvira, Luz Edilma y María Nubia Domicó, por ejemplo, destacan la importancia de conocer sus derechos. “Estamos aprendiendo muchas cosas. Ahora no nos dejamos maltratar, ya sabemos de nuestros derechos y cómo defendernos”, explican mientras miran agradecidas a la hermana Luisa Benítez.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6