La última vez que lloró fue cuando sus padres Georgina y Eduardo murieron. De eso ya han pasado varias décadas y Luis Carlos Sarmiento Angulo, de 79 años, viaja en el tiempo para recordarlos.
Le marcaron la vida con el ejemplo. Esa es la mejor enseñanza. Hace una pausa antes de seguir. De ella aprendió la bondad y de él supo de dónde salía el dinero, el que ha logrado multiplicar por mérito propio y que supera los 10,5 billones de dólares, poniéndolo en un sitio privilegiado del escalafón de los más ricos: 75 según la revista Forbes.
Pero no quiere que lo reconozcan por un ranquin en el que está sin que se lo preguntaran. Prefiere contar la dicha que vio en 400 familias que a mediados de enero pasado recibieron casa, luego de que el invierno destruyera lo poco que tenían, y de que él, en una donación que hizo por más de 16 mil millones de pesos, les enderezara el futuro. Para eso trabaja 16 horas al día, dice, para devolver parte de esa riqueza acumulada por muchos años. Esa fortuna es la que más le satisface.
Don Luis Carlos lleva un traje azul oscuro bien puesto, que hace juego con su rostro pálido. Algunas palabras para darle calidez a la charla salen de su boca. Sus decisiones influyen en la vida del país y no pocas en el devenir político, porque sus opiniones tienen peso. Su voz se escucha.
¿Cuánto tendrá en el bolsillo, en su billetera, el hombre más rico de Colombia? Bromeo, y el señor Sarmiento Angulo sonríe con la ocurrencia. Siempre lleva algo, un millón de pesos es la base de dinero que nunca se agota. No deben ser muchos sus gastos, si cada cosa está dispuesta, en una planeación admirable alrededor de cada movimiento suyo.
Porque no descuida detalle de sus negocios. Ese podría ser el secreto del éxito. Pero no lo revela. De lo que sí está seguro es que quien quiera triunfar debe trabajar con pasión en el oficio que sea, con disciplina. Con mucha disciplina.
1 AYER: ASÍ SE FORJÓ EL HOMBRE
De niño, Luis Carlos fue estudioso. Apenas con cinco años en el kínder del colegio San Luis Gonzaga ya sabía leer. Más tarde, en el San Bartolomé la matemática llegó a ser su materia favorita. Tanto que era el primero del curso. Los números eran lo suyo, lo reconoce. Mientras sus compañeros del colegio le daban patadas a un balón, él hacía ejercicios aritméticos y llevaba las cuentas del negocio de un amigo de su papá. Así fue como empezó a ganarse los primeros pesos. Porque nunca fue bueno para ningún deporte y eso que intentó con el voleibol, el tenis, el fútbol y el golf. Su juego estaba en sumar y multiplicar.
Las buenas notas siguieron en la Universidad Nacional, donde estudió Ingeniería Civil graduándose a los 21 años. De hecho, llama la atención que en la biblioteca de su oficina de la carrera 13, en Bogotá, todavía conserva los viejos libros universitarios que aún consulta cuando tiene alguna duda sobre el tema.
En el mundo real trabajó en varias compañías de ingenieros. Sin embargo, fue en la del empresario Santiago Berrío González donde empezó a forjarse su futuro, pues tuvo que liquidar esta empresa, luego de que el propietario fuera asesinado.
Con 10 mil pesos, dinero de las prestaciones sociales que recibió de liquidación, tomó la determinación de trabajar por cuenta propia. "Y desde entonces no he parado", dice en medio de una carcajada. Porque la risa es frecuente en su rostro, que está surcado por pliegues rugosos que reflejan la sabiduría de los abuelos. Y con ese tono se expresa, con un lenguaje familiar, sin poses o frases rebuscadas con las que quiera impresionar. La verdad, eso no le interesa.
De la juventud le quedaron muchos amigos, aunque hay uno que menciona con nostalgia: Enrique Santamaría, compañero de universidad, quien luego fue su socio durante 44 años hasta que murió.
2 HOY: ATENTO A CADA UNO DE SUS NEGOCIOS
Son las 6:00 de la mañana y don Luis Carlos se levanta de la cama. Tiene encendido el radio para enterarse cómo amaneció el mundo de la política, el mundo de los negocios, el mundo de la cultura, el mundo global.
Con apenas unos tragos de café se sienta en la mesa. Tiene varios periódicos sobre la mesa. Uno de ellos El Tiempo, diario en el que ya tiene el 33 por ciento y del que se rumora que pronto será suyo. No lo niega, tampoco lo afirma. El negocio está andando.
Después de leer titulares y quedarse en varias noticias, editoriales o columnas de opinión, termina de arreglarse. Recibe un par de llamadas en su Iphone de algunos de sus colaboradores. A su lado está Fanny Gutiérrez , la cómplice que lo acompaña desde 1955 y con la que tuvo cinco hijos: Adriana, María Claudia, Sonia, Luz Angela y Luis Carlos.
Unas cuantas horas después, Sarmiento ya está en su oficina, en pleno centro de Bogotá. Beatriz y Óscar, los asistentes que por 20 y 15 años lo han acompañado, ya están en el inmenso escritorio de 15 metros de largo por tres de ancho, donde hay arrumes de carpetas y muchos papeles por revisar.
Después de llegar con varios escoltas detrás suyo, el hombre más adinerado de Colombia está en su despacho volviendo a leer sobre actualidad. Diarios colombianos e internacionales, así como el reporte de los principales mercados del mundo es lo primero que devora.
Sobre su escritorio y a su lado hay montañas de hojas que por grupos hacen fila, dando la impresión de que tiene un olfato propio para descubrir en los balances las cifras con las que se toman las decisiones. Y los resultados le dan la razón.
Obras de arte, libros de economía, de ingeniería, de política están adecuadamente acomodados, al lado de las fotos de sus nietos, a quienes consiente como a nadie.
Son las 3:00 de la tarde de un viernes de enero y en cualquier momento cruzará por una de las siete puertas que hay en la sala de espera el protagonista de esta historia. Supongo que debe venir puesto en el más estricto orden, con la formalidad que debería ameritar la condición de ser uno de los colombianos más influyentes en la economía del país en los últimos años. Su grupo económico, el Aval , se ha consolidado como uno de los líderes y cada una de sus empresas mueve capitales que sumados se hacen inalcanzables para cualquier otro mortal.
Pero no llega, soy yo quien después de una señal de Beatriz paso a un gigantesco despacho con sofás azules, una mesa de seis puestos, obras de pintores colombianos y del arte oriental. La sonrisa espontánea y el apretón de manos simple no parecen que vinieran de este hombre poderoso.
3 MAÑANA: SUEÑA CON UN PAÍS EN IGUALDAD
Según el ranquin de Forbes , Luis Carlos Sarmiento Angulo es más adinerado que hombres tan conocidos como el desaparecido Steve Jobs (8,3 billones de dólares), el expresidente italiano Silvio Berlusconi (7,8 billones de dólares), el zar de los medios Rupert Murdoch (7,6 billones de dólares) o que los diseñadores Giorgio Armani (7 billones de dólares) y Ralph Lauren (5,8 billones de dólares).
Pero el dinero no es una cosa en la que se pueda confiar mucho, asegura. Es importante y desde luego lo aprecia mucho, está orgulloso de tenerlo. Pero el noveno hijo de Georgina y Eduardo, esperaría que se le recordara por las donaciones y las obras que ha hecho. Esas que ayudan a construir un mejor país.
La lista es larga: El Hospital Simón Bolívar, la Fundación Cardio Infantil, y otras, además de su participación en instituciones como Colfuturo.
En 1993 creó la Fundación Luis Carlos Sarmiento Angulo, que se nutre exclusivamente de recursos aportados por él y su familia. Precisamente esta fundación contribuyó hace poco con tres millones de dólares para poner en marcha el Grameen Aval Colombia, una banca para los más pobres ideado por Muhammad Yunus , Premio Nobel de Paz en 2006. Y claro, aportes todos para la paz colombiana.
Ese es el mañana con el que sueña el afortunado Luis Carlos. Él, que tiene la fortuna de reír siempre.
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