Las lágrimas que derramó en la pista mundialista de Sudáfrica fueron pocas si se comparaban con las que soltaría días después.
Pero su templanza, ese amor genuino que le tiene al bicicrós; además de las palabras, los gestos dulces de su familia, más lo hecho por médicos y fisioterapeutas, fueron los que lo sacaron adelante.
En agosto, cuando Sergio Ignacio Salazar sufrió el delicado accidente tan lejos de su casa, supo que estaría muchos días sin poder montar en su bicicleta.
Fortísimos golpes en el bazo y la vejiga, así como la dislocación de un hombro, con afectación del manguito rotador, padeció Nacho. Y como si eso no fuera poco, igualmente, un esguince de tobillo, raspones en varias partes del cuerpo y golpes en la cara.
"Venía de hacer el tiempo 11 entre más de 100 competidores del mundo y soñaba con llegar a la final de la élite. En una de las series venía segundo, quien iba adelante se descontroló y me fui al piso. Los que venían detrás de mí me pasaron por encima".
Esas lesiones lo tuvieron varias semanas sin poderse levantar de la cama. Pasó cuatro meses sin dormir una noche completa por los intensos dolores por lo que la fisioterapia todavía sigue siendo una compañera diaria en Indeportes donde fue recuperado.
Aún con dolores en el tobillo, y claro está, sin la forma debida, pero con la cabeza muy en alto, Nacho Salazar volvió a entrenar en la pista de bicicrós de Belén, para decirles a varios de los mejores del mundo que corren desde hoy en el Internacional de las Luces: "aquí estoy". Todo un valiente de las bielas y los pedales.
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