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Tarea para estos días

  • Arturo Guerrero | Arturo Guerrero
    Arturo Guerrero | Arturo Guerrero
25 de octubre de 2011
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En tiempos de quiebre de la política, es preciso mirar hacia la esencia de la política. La política colapsa cuando las fuerzas rapaces aprenden a someterla y la tuercen a golpe de billetes y fuego. Entonces aquellos resquicios de decencia que sobrevivían, entran al punto de ser copados.

A los ciudadanos les resta la indignación y el giro hacia dimensiones no comprables ni amenazables. Así lo hizo a mediados del XIX, en Estados Unidos, el rebelde escritor H. D. Thoreau, quien demostró, en su obra central " Walden o la vida en los bosques ", que un individuo puede doblegar a su época. Un siglo más tarde, en prólogo a ese libro, su compatriota y colega Henry Miller presentó así su figura: "no le interesaba la política; era un tipo de persona que, de haber proliferado, hubiera provocado la no existencia de los gobiernos. Esta es, a mi parecer, la mejor clase de hombre que una comunidad puede producir".

"Los hombres como Thoreau -explica Miller- nunca estuvieron de acuerdo con el sistema de su tiempo. Creyeron ante todo y sobre todo en sí mismos, no se preocuparon de lo que podrían pensar de ellos sus vecinos... La falsa idea de que el Estado existe para protegernos se ha desintegrado mil veces. Sin embargo, mientras el hombre carezca de seguridad y confianza en sí mismo, el Estado prosperará; él puede existir gracias al miedo y a la incertidumbre de cada uno de sus miembros".

Antes de emborronar este prólogo, Miller leyó un renglón fundacional de Thoreau sobre la autoemancipación, que dice: "no es sino lo que piensa el hombre de sí mismo lo que fragua su destino". De inmediato lo elevó a dimensión pública exhortando: "llevad una vida ejemplar, enseguida, en cada instante, al máximo de vuestras capacidades; e indirectamente; inconscientemente, lograreis la forma de gobierno más cercana a lo ideal".

Prologado y prologuista, ambos tan célebres como autónomos, realizan una parábola elocuente hacia los aciagos momentos colombianos.

Parten de una destrucción anarquista del Estado; ruedan sobre un individualismo autocomprendido, y culminan en la construcción del mejor mundo sonado para todos gracias al magnetismo de vidas ejemplares.

Bonita y esencial tarea frente a estos días de balas.

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