Comienza el ocaso de 2009. Un año apretado en materia económica. De tensiones internacionales a las que no escapamos, ni en el propio vecindario. Un período que también resultó de preocupante reactivación de la violencia en Medellín, con el lamentable saldo de homicidios que arrastramos a la fecha (1.756 al 31 de octubre, según un investigador judicial consultado ayer). Llega la Navidad, ¿qué hacer, qué decir, para que este tiempo sea una oportunidad de fructífero encuentro y reflexión familiar y ciudadana?
Empeñados como estamos en nuestra campaña de exaltar lo mejor de los valores humanos, en proyectarlos socialmente para darnos la oportunidad de reinventarnos como país, como departamento y como ciudad, nos queda invitar a la sociedad antioqueña y al resto de los colombianos a que veamos en la humildad y la alegría de Diciembre la oportunidad de decir no a la cultura del dinero fácil y de la justicia por manos propias.
Tal vez sea ese el daño y la traba cultural más terrible que nos hayan impuesto el narcotráfico y los actores armados ilegales en las últimas tres décadas: masacres, desapariciones, homicidios indiscriminados y selectivos, expropiaciones armadas de tierras y propiedades familiares y comunitarias. Corrupción. Qué mala saga, por estos días incluso convertida, en parte, en pobrísima oferta cultural y de entretenimiento televisivo que nos pinta tan mal: un país de "capos y muñecas del narcotráfico".
Por eso nuestro énfasis en desmontar social y colectivamente esos estereotipos dañinos. Perversos para el estímulo al comportamiento de los miles de jóvenes del país que aún viven marginados tras un muro de pobreza, de inequidad.
En esa misma dirección también extendemos el llamado para que Diciembre nos anime a construir un país con una autoridad e institucionalidad visibles, como ha sido el propósito del Gobierno los últimos años. Un Estado actuante, que paso a paso logre sanar las heridas de una nación en la que no pueden prevalecer más las armas destructoras y el dinero sucio de unos pocos agentes empeñados en caminos pararelos ilegales, de riqueza estrambótica y de peor ejemplo social y cultural. Qué bueno que la Navidad nos permita juntarnos en familia y en comunidad para que nos hagamos el propósito de esa renovación espiritual y cívica.
En la escala más local, abogamos por una Navidad que reanime los lazos de solidaridad y de respeto ciudadanos, en medio de los trancones habituales del tráfico, en medio del comercio ojalá reactivado de la ciudad, en medio de la sacralización (sin duda alguna) del valor máximo del respeto a la vida. Cuánto lo necesita Medellín, para que como sociedad no corra más el riesgo de quiebres involutivos de su convivencia y su seguridad. Que el Niño Jesús, y su Natividad, con su imagen de prudencia y verdadera sabiduría, nos junte a todos para reflexionar y actuar en la hora en que el país tanto necesita cambios que reivindiquen la vida digna.
Pico y Placa Medellín
viernes
3 y 4
3 y 4
