E l 5 de marzo de 2002, Rigoberta Menchú vistió por primera vez una exhumación de restos de indígenas asesinados durante la guerra civil en Guatemala. En un pequeño poblado llamado Xinquín Sanahí, del municipio de Comalapa, estado Chimaltenango, la líder maya bajó a la excavación, se arrodilló dentro de la fosa, con tres velones prendidos en su mano izquierda, y besó una calavera con tal respeto y ternura, que heló el pecho de todos los espectadores.
A la arena y el lodo, a un hueco oscuro, fueron a dar miles de indígenas y civiles durante los 36 años de guerra civil del país centroamericano (1960 - 1996). Y para saber la verdad y que las víctimas recibieran "la dignificación", pese a estar prohibido por la ley maya, ellos permitieron que fueran desenterrados sus seres queridos.
Según el Informe de Recuperación de la Memoria Histórica, alrededor de 200.000 personas fueron asesinadas y en los reportes oficiales se sigue hablando de 45.000 desaparecidos. En ese capítulo de la vida Centroamericana, que hace parte de la historia universal de la infamia, Rigoberta Menchú, Nobel de Paz en 1992, sigue clamando justicia, a ella que le asesinaron su madre, y su padre quemado vivo por la policía, junto con 36 personas en la embajada de España en Guatemala, el 31 de enero de 1980.
Rigoberta Menchú hoy está sentada en un salón de la Gobernación de Antioquia. La hermana mayor, como le dicen los mayas, ya tiene la edad para dar consejo (55 años). En una mesa redonda con tules, emberas, zenúes —y varios organizaciones sociales— fui invitado también a volver a germinar como una semilla. "Volver a la vida, a recuperar el principio, a recuperar lo que hemos perdido; esos nos hace recordar que nuestro ciclo de vida es corto", dice y ora.
Pocas veces la Nobel de Paz accede a dar entrevistas, pero al final de este encuentro aceptó a sentarse en un rinconcito y a responderme unas preguntas. Ya no le preocupan, dice, "las mentiras que se inventaron, como los nazis, de que yo he dicho mentiras. Así igual hicieron con los judíos. Que nadie les iba a creer lo del holocausto. Igual hicieron en Guatemala. Que si yo decía mentiras, que era una india, pues igual de mentirosos eran todos los indios". Siempre que habla de su padre Vicente Menchú, que buscó la tierra y arrastró decenas de indígenas en su lucha, llora como una niña.
El general Rios Montt fue condenado a 80 años de cárcel por el genocidio contra el pueblo maya ixil pero no va a pagar un día de cárcel; han pasado más de 30 del asesinato de su padre y no se han condenado a los responsables, ¿qué sigue esperando en este caso?
Respira profundo y llora mientras habla.
"Nosotros durante 33 años y otros más esperamos guardando nuestra memoria en casa. Guardando las evidencias de los crímenes. Fue nuestro sueño un día llegar a un tribunal que no es nuestro. Nosotros tenemos otro sistema de toma de decisiones en las comunidades mayas, pero llegar a un tribunal de ellos y decir la verdad ese era nuestro sueño. Nosotros decíamos justicia y dignificación, no a la impunidad; que no nos digan perdón si no quieren impulsar la justicia y la verdad.
Llegó un día en que estuvimos allí y un día donde tuvimos al otro poderoso (Rios Montt), del otro lado. Eso era un éxito, un triunfo. La sentencia que vale para nosotros es la que ya se dictó contra el señor Rios Montt por 80 años. Sabemos que él no va vivir 80, pero él está juzgado por 80 años. Ya que hagan otras trampas y que querellas, recursos o que quieran anular; ya se inhibieron más o menos unos 13 magistrados que no quieren llevar el caso porque saben que allí hay una ilegalidad. Saben que hay una vulneración del sistema legal; que hagan ellos lo que les da la gana, la cosa es que tenemos una sentencia. Esa sentencia la vamos a transmitir a generaciones tras generaciones. Esa sentencia es la guía para que nosotros preservemos la memoria de los nuestros. No nos interesa más. Por supuesto, ahí están nuestras evidencias y si quieren volver a empezar pues volvemos a empezar; y si no pues no nos importa. El tema es que nosotros ya estuvimos en un tribunal, pusimos la verdad, participaron los testigos. Se acreditó la verdad porque ese expediente que quedó en el tribunal no lo pueden quemar; sería demasiado que las cajas y cajas de evidencias de los crímenes se vayan a desaparecer: no es una hojita son expedientes enormes. Y por prevenir también tenemos el expediente de 10 años de genocidio en la Audiencia Nacional de España; igual el Congreso español quiere archivar nuestro caso, entonces que lo archive. Ya tenemos una biblioteca del genocidio en Madrid y no creo que lo vayan a quemar. Y si no lo guardan allá pues que no lo devuelvan para que nosotros la podamos preservar en una caja de seguridad en algún volcán de Guatemala. No tenemos problema porque la evidencia ya está en los tribunales, ya están las evidencias, no se preocupen. Nuestros hijos ya no lo van a olvidar".
¿Qué le dice a un sector de la sociedad colombiana que no cree en un proceso de paz y que insiste en la vía militar?
"Creo que no hay ninguna razón para justificar una muerte. Matar a otra persona es realmente romper con un gran código de vida y de ética. Sobre todo porque los humanos tenemos un ciclo de vida muy corto. Viven más los árboles, los animales y las plantas que nosotros los humanos. Siempre la guerra es algo que cuestiona al ser humano. Si tu tienes conciencia de que el ser humano es maravillo, de que es un ser creativo, productivo, seguramente te chocas con la guerra. Yo entiendo que el Occidente creó el referente de la justicia e injusticia pero la injusticia es producto de un mismo sistema. Creo que ahí hay una enseñanza que pueden dar las civilizaciones ancestrales: que los conflictos se pueden mediar, facilitar, se puede buscar soluciones mediante un gran valor que tenemos y es la capacidad de comunicación y de razonamiento. Yo no predico la paz con guerra, predico la paz como producto de armonía, de equilibrio. Entonces diría que acá la esperanza está en el ser humano que está detrás de las armas de un lado y del otro lado. Apelamos a eso porque obviamente no tenemos en nuestras manos la determinación de decir ya no más. Eso lo tienen que hacer los actores que están frente a la historia, no nosotros, los que de alguna manera les damos consejos".
El movimiento de víctimas de la guerrilla ha sido opositor a los diálogos de paz; le pregunto porque en Guatemala las víctimas, que usted representa, se involucraron al proceso de paz y lo apoyaron....
"Yo creo que aquí las víctimas es la población civil en todos los niveles. Un conflicto armado siembra miedo, ya de hecho eres una víctima porque tienes miedo de hablar o de pensar. Entonces, el concepto de víctimas es mucho más amplio que solamente perder un ser querido. El tema es que hay unos que no son víctimas, que cayeron en trinchera porque eligieron la guerra; esto es una diferencia fundamental. Ningún soldado se prepara para amar con fusil. Todo soldado, sea guerrillero, militar, paramilitar, cualquier sea su sistema, se prepara para matar, para disparar al que se mueve en frente, tiene un enemigo. Es muy diferente elegir matar y ser caído en combate, y la gente civil que no tiene armas, que no tiene nada que ver en un conflicto. Que solo tiene el arma de valor, de razón, de plática, de diálogo.
Por eso nosotros siempre queremos exhortar a las partes en conflicto a que no utilicen población civil como escudo o como arma. Eso está en los convenios internacionales. Si mi padre hubiera sido respetado por ser un hombre desarmado, civil, no importa que hubiera luchado por la tierra o por todo. Y si hubiera cometido un error para eso están los tribunales. Si le hubieran dado la oportunidad de ir a un tribunal, pues yo diría que él pagara un delito tal vez si cometió un error. Pero si lo matan vilmente como eso, para mí, desde aquellos años que vi eso en carne propia, es un acto de cobardía. Un armado que mata a un civil es un cobarde. No importa que sea su bando o quien lo haya formado. No es posible que el costo sea el civil porque eso ya es un acto de cobardía".
En Colombia hay 63 comunidades indígenas en riesgo de extermino por el conflicto. En un escenario de paz ¿cuál debe de ser el protagonismo de los indígenas?
"Eso lo vivimos en Guatemala y a la larga entendimos como tres cosas importantes. Tuvimos hermanos mayas que no tuvieron ninguna otra oportunidad más que sumarse al conflicto armado porque estaban entre la vida o la muerte. Creían que eso era la vía para poder derrocar un sistema de injusticia, de opresión, de represión, de militarización que despoja a la gente de sus tierras, etc. Y dijo, esto es una causa, y me sumo y se sumó con toda convicción. Y a esos les respetamos esa decisión porque todos somos un ser pensante y tenemos opción. Optaron por ese camino, empujados por una realidad, sí, pero no los podemos considerar víctimas sino protagonistas de otro lado. Hay otros mayas que no tuvimos otro remedio que dejar la casa, la tierra y salir al exilio. Tampoco estuvimos en la espera que ocurriera la paz por sí misma. No, luchamos, luchamos, luchamos; dimos a conocer nuestras esperanzas, juntamos fuerzas. Por eso nos consideramos signatarios de la paz porque estuvimos presente. Yo puedo decir que estaba presente en aquel entonces. Entonces creo que un conflicto expresa claramente la razón por la que al firmar unos acuerdos de paz hay que separar los delitos de lesa humanidad; los criminales, que ofenden la conciencia humana en un conflicto armado con los crímenes de guerra. Esos conceptos son bien importante entenderlos, sobre todo en Colombia donde hay pláticas (diálogos). Y no creamos que la firma de la paz sea el final, sino realmente es una tarima para que podamos empezar a construir la casa. Podemos decir que la firma de unos acuerdos de paz es un piso nada más para que podamos construir la casa. Lo más importante es la construcción".
¿Qué hacer para que realmente el sector empresarial y las ciudades se sumen a la tarea de la paz; ciudades donde no se vive el conflicto como en las áreas rurales?
"Eso es lo más triste, porque en el caso nuestro hasta que un empresario de semejantes recursos de dinero acumulado, basada en una acaparación de riquezas, perdió un hijo, se dio cuenta que la paz también le llega a él. O hasta que un hijo se fue a la guerra en rebelión entonces se dio cuenta que también hay que trabajar por la tranquilidad de la sociedad. Lo peor fue que también conocí compatriotas que tuvieron que decir yo renuncio de esta familia porque no comparto que sea un dictador, que sea un militarista. Hasta esos tuvieron conciencia y son los que más trabajaron para que se armonizara su sector. Sería muy bueno ver quién del empresariado, con bastante riqueza en Colombia, haya vivido cerca el dolor para que ponga al servicio también su sector; que haga conciencia porque muchas veces es por falta de conciencia. A veces por falta de información la buena fe no llega porque no se sabe cómo se contribuye. Yo sí confío que detrás de una empresa hay un ser humano. Detrás de una economía exitosa hay un ser humano. Y detrás de una carencia de verdad hay un ser humano".
Es conocido su ayuda para encontrar a personas desaparecidas en el país y para liberar a secuestrados...
"Sí, hay algunos colombianos que fueron liberados. Hay unas dos mujeres que recuerdo que porque cargaban una tarjeta mía, que les dejé una carta de direcciones, les salvó la vida y después cuando me dieron las gracias yo sentí mucho dolor porque podemos hacer algo más si nos proponemos".
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