Era una preocupación de los profesores de la Institución Educativa Jesús María el Rosal, en Castilla. En 1986 las niñas necesitaban un medio de expresión, y así, escapar de una realidad que para esa década empezaba a despuntar en historias de violencia.
Justo en ese año se inauguró el templo del fútbol colombiano, el Estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla, el papa Juan Pablo II visitó el país y hubo elecciones presidenciales, pero nada de eso es tan importante en el colegio como el nacimiento de la Revista Horizontes , que se convirtió en hojas al año siguiente, 1987.
Hace un cuarto de siglo empezó el medio de comunicación que hoy suma 50 ediciones, y no han faltado dos revistas por año, aunque se ha hecho con recursos propios, los padres aportan por cada revista y así han sorteado las dificultades que surgen con los años.
Los mecanismos de litografía de otrora los recuerda Marina Gil Amaya, profesora y directora de la revista - en ese tiempo hacia parte del comité editorial-. Le llevaban a un muchacho, del que ya no recuerdan el nombre, las hojitas bien organizadas con los escritos y él hacía magia, les devolvía la revista que cuando eso no tenía más de 12 páginas.
Ahora, en la edición del segundo semestre de este año, tiene 32 páginas en blanco y negro, papel bond y la portada es en policromía. Para la profe y para las estudiantes mantener la revista ha sido una hazaña, cada padre aporta dos mil pesos por publicación y así se sostienen, porque la poca pauta que consiguieron en algún momento no perduró, aunque de cada edición se imprimen más o menos 1.700 ejemplares.
La casa editorial
El colegio parece un castillo por fuera. Una muralla de ladrillo lo separa, por lo menos visualmente, de lo que pasa en las calles del barrio.
Adentro es fácil perder el sentido de la orientación, es como entrar en otro mundo. El plantel, pulcro, decorado sencillamente con los adoquines de los que cuelgan algunas carteleras, es un refugio de conocimiento.
La hoy directora recuerda que la rectora de esa época quería que las niñas tuvieran un medio en el que pudieran volcar sus sentimientos, sus preocupaciones, sus miedos, sus amores, "pero que también participaran los padres y los profesores".
Catarsis era lo que querían, y siguen queriendo, las directivas y profesores de la institución, darles a sus alumnas el poder de tener la palabra; pero también querían una formación en valores, así que desde la fundación de la publicación, cada edición ha sido la reflexión de un valor, algo así como una manera de educar desde el pensamiento.
Para Daniela Sanmiguel y Manuela González, dos muchachas inquietas, una pelirroja y la otra rubia, estudiantes del grado décimo, la revista se ha convertido en un referente del barrio, porque si en la casa de cada estudiante hay una publicación, esta migra a otros hogares y muchos se enteran de lo que ellas piensan.
"Es más difícil hablar que escribir", dice Daniela para explicar que por eso en la intimidad de la hoja se pueden decir muchas cosas, "reflexionar, buscar lo que hay detrás de las historias. Hay que ir al porqué de las cosas que pasan, por ejemplo, de por qué está sociedad es tan desigual e injusta".
Las hojas de la Revista Horizontes están llenas de historias, de percepciones, de situaciones duras, de amores. Letras tejidas por las manos de las estudiantes.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6