Había que ver la cara de alegría y satisfacción de la gente saliendo de la plaza de toros La Macarena cerca de las 11:00 de la noche del viernes anterior. Aficionados o neófitos que se llevaban en el corazón y en la mente el recuerdo de una extraordinaria noche de toros donde casi todo fue bueno y quedó marcado en el aire de la plaza la grandeza de la fiesta.
Si bien las orejas no son el indicativo absoluto del éxito de una jornada taurina, las del viernes, ocho en total, fueron ganadas a pulso (más si se tiene en cuenta que era un festival) y son el resultado fiel del que puede ser uno de los festejos más exitosos de toda la temporada colombiana.
Los bravos toros de La Carolina, muy superiores en presentación para las exigencias del compromiso, fueron los que permitieron que el rejoneador Chica y a los diestros Ponce, El Juli, Castella y Pinar, sacaran todo su repertorio y nos entregaran a los asistentes a la plaza ocho orejas de 10 posibles.
La noche del viernes fue también la que le ofreció al rejoneador Andrés Chica la posibilidad de redondear una extraordinaria feria donde estuvo bien en los cinco toros, pero por fallos con los rejones perdió muchos premios. El bravo Cucarrón le posibilitó el lucimiento nuevamente, incluso más espectacular, y tras un buen rejón de muerte, se llevó dos orejas.
Más orejas
La actuación de Ponce, muy limpia y profunda, le permitió cortar una oreja en el segundo de la noche.
El Juli y Castella llevaron a la cúspide de emoción a la plaza con dos faenas de entrega y valor. Lances y pases de todas las marcas y la emoción siempre en el ruedo. Ambos estuvieron por encima de sus ejemplares y culminaron sus faenas son soberbios espadazos que ratificaron las orejas.
Pinar y Solanilla estuvieron voluntariosos, aunque no se acoplaron con su enemigos. El joven español recibió una oreja y el colombiano se fue en blanco.
La noche, que había empezado con el homenaje a la Virgen de La Macarena, fue como un bálsamo para la fiesta, tan injustamente atacada, pero más viva que nunca.