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UN FRACASO ANUNCIADO

  • UN FRACASO ANUNCIADO
25 de marzo de 2014
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Narran que alguna vez en una animada tertulia en donde coincidían intelectuales de derecha como Gilberto Alzate con pensadores de izquierda como Gerardo Molina -ambos compañeros en la Escuela de Derecho de la Universidad de Antioquia- este, viendo la preparación y el liderazgo de Alzate que podría llevarlo a la presidencia de la República -posibilidad que se frustró por su prematura muerte- lo animó a que desde allí hiciera la verdadera transformación social y cultural del país. Era consciente de que las izquierdas populistas no estaban preparadas para realizar semejante empresa.

La historia de Colombia comprueba reiterados fracasos de las izquierdas populistas cuando han estado cerca del poder.

En 1970 la Anapo del general Rojas obtuvo una votación gigantesca que situó al militar al borde de la presidencia. Sacó tantos votos que se llevó la tercera parte del Congreso. Allí hicieron y deshicieron.

Esas mayorías se replicaron en las regiones. Muchas asambleas y concejos quedaron bajo su control. No pocas contralorías ganaron y muchas juntas elegidas por las dumas y cabildos, quedaron en poder del movimiento rojaspinillista. No pocas ciudades miraban con estupor cómo las empresas de servicios caían en las garras del populismo y del desorden.

A los dos años, consecuencia del cúmulo de tantos errores, comenzó el derrumbamiento de la Anapo. Agonizaba ese partido -sin coherencia ideológica- al entrar en franca minoría. Ya en 1974, su candidata María Eugenia Rojas era doblegada en las urnas por López Michelsen. Su herencia sería recogida años más tarde por sus hijos, dos temerarios populistas, que soportan hoy juicios ante los tribunales que investigan sus deplorables manejos de dineros públicos. Antes de estos, el alcalde Lucho Garzón desfilaría por la pasarela de los fiascos. No hacía sino retruécanos y chistes. Los Nule se lucraron de sus adjudicaciones viales.

Luego fue Petro el que estuvo en el ojo del huracán. Vivió su propia pasión, fruto de la impreparación administrativa y del desconocimiento gerencial. Llegó a la alcaldía como consecuencia de la división del llamado establecimiento político bogotano.

Petro dio para dar y convidar. Creyó que como recursivo senador, de fácil palabra y buenos dotes de fiscalización política, estaba apto para manejar a Bogotá. Su fracaso fue ostensible. Luchó valiéndose de toda clase de artilugios y artimañas leguleyescas que no pudieron enredar a las altas cortes colombianas. Ideó tutelas a granel que atiborraron los despachos de los tribunales. Al fin logró con su rabulería un aval de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con la que no pudo prolongar más su agonía burocrática.

Así que viendo estos fracasos de las izquierdas populistas -tan temerarias como las derechas autocráticas- deducimos que no le faltaba razón al pensador de izquierda Gerardo Molina cuando presentía que con ideas demagógicas desbordadas, en vez de hacer una gran transformación social y cultural, lo que se genera es un desbarajuste institucional. Que producen un caos administrativo y moral como el que se vio con la Anapo a principios de los años 70 del siglo pasado -hoy revivido en países de la América confusa y contradictoria- que quisieron renovar los traviesos izquierdizantes y pseudorrevolucionarios del Chicó, cuando dieron el salto al vacío de la mano de Petro.

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