Corrida que transcurría en forma anodina hasta el cuarto. La aburrición del público la transmitían los astados y los toreros. Poca casta acompañada de poca fuerza era el común denominador de los de la divisa de Garzón Hermanos que reaparecía tras medio lustro. Pero el quinto fue el salvador de un desastre ganadero; de bonita lámina como la demostrada en general por sus hermanos, con pintas variadas heredadas de Núñez. Ese Algarrobo número 44 de salida mostró alegría, metió riñones en la caballería y acudió a las banderillas persiguiendo como los de buena raza. En la muleta siempre con fiereza y repetición. Un toro quizá digno de vuelta al ruedo premio omitido por Usía. Sirve el encierro para que los Garzón revisen la reata, aprovechando la ascendencia de los dos últimos de la tarde; porque los demás, de casta poco.
Es justo dar los méritos al torero encargado de la lidia de ese buen quinto. Cristóbal Pardo estuvo entonado, serio, decidido. Lució con la capa y con banderillas escuchó varias ovaciones, incluso recibiendo lluvia de claveles. Con la pañosa simplemente toreó, bajando el tono de las emociones. A veces parecía estar el toro por encima -qué difícil estar a la altura de un gran toro- eso sí, se entregó y mató con decisión y efectividad para cortar la única oreja de la corrida.
Sobre Barrera, poco que decir. No tiene la gracia de los de Sevilla, su tierra. Es frío, mecánico.
Cerraba la terna Héctor José, sincelejano que como novillero esta afición ovacionó mas de una tarde. Evidencia lo poco placeados de muchos de nuestros toreros. Comenzó bien la faena de muleta la primero, un toro que mostraba movilidad pero se fue quedando; junto al burel también bajó el torero que se mostraba frío e indeciso. En el de cierre, el público estuvo más entregado quizá porque el toro transmitía más. Mostró enjundia, pero su quehacer fue rápido y le faltó ligazón. Oyó petición de oreja.