¿Para qué unos Premios Oscar criollos? Para lo mismo que los de Hollywood: para promocionar el cine y fomentar la industria.
¿Y es que existe una industria de cine en Colombia? Realmente no, porque con apenas una docena de películas anuales, que tienen un promedio de taquilla deficiente, no se puede hablar de tal cosa.
¿Entonces, lo uno sin lo otro tiene sentido? Es posible que lo tenga, porque cualquier iniciativa para apoyar el cine nacional es útil, pero también se corre el riesgo de ser solo un remedo de ese sistema y que termine amplificando sus falencias.
Estas podrían ser algunas de las cuestiones que surgen luego de la recién creada Academia Colombiana de las Artes y Ciencias Cinematográficas, así como de la consecuente entrega de Premios Macondo a las películas nacionales estrenadas en los últimos dos años.
Ambos hechos se dan en el marco la semana del cine colombiano, promocionada por la Dirección de Cinematografía con unas cifras que han creado polémica por su optimismo, no tanto porque no sean ciertas, sino porque son citadas fuera de contexto y lo que dicen parecen distar mucho de lo que ocurre en realidad con el cine nacional.
La chapucera transmisión que hizo Señal Colombia de la entrega de los premios es ya un indicio de todo lo que le falta al cine colombiano para ser una industria como tal. Mientras que los premios en sí dejan el mal sabor de siempre con este tipo de eventos, donde el público dice una cosa, los expertos otra y lo propio hace la Academia. La prueba de ello es que cada una de estas instancias escogió su mejor película y los tres títulos fueron distintos.
Se comprueba también que este tipo de premios lo son casi siempre de popularidad, pues la Academia es una masa heterogénea que decide por votación, no por consenso, y votan por igual desde el técnico raso hasta el consagrado maestro de cine.
Una muestra de lo arbitrarios que pueden ser estos galardones es, entre otros, el premio concedido a Margarita Rosa de Francisco por aparecer somnolienta unas cuentas veces en Del amor y otros demonios . Así mismo, que películas como Los actores del conflicto, Te amo, Ana Elisao PVC-1 hayan salido con las manos vacías.
No se trata de poner en entredicho por entero las virtudes de las películas o personas que obtuvieron galardones, sino de llamar la atención sobre los medidores que se deben aplicar al cine colombiano, porque no es tanto los Macondos que se entreguen, ni las cifras escuetas del Ministerio de Cultura, y tampoco participar y rasguñar algún premio en numerosos pero menores festivales del mundo; se trata de mirar de forma seria e integral la dinámica del cine nacional, sin triunfalismos ni derrotismos, porque nuestro cine, tal como va, no admite ser llevado a esos extremos.
Es cierto que está en el mejor momento de su historia, pero todavía falta mucho para un estar en un punto de buen nivel y sostenible. Los que más empeño están poniendo son, por supuesto, quienes trabajan haciendo las películas, pero no es suficiente, pues resulta imperativo el compromiso de los exhibidores, garantizándole la oportunidad de ser visto; los medios, en su labor de divulgación; y el público, con el apoyo en la taquilla.
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