"Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero" . Estos versos de S. Juan de la Cruz son como la vida, los entendemos no entendiéndolos, no los entendemos entendiéndolos.
La trama de la vida cotidiana está compuesta de razones sin razón, por vivirla la entendemos. El corazón va por delante iluminando la existencia. Cuanto más la vivo, más tengo el gusto y el poder de razonarla y entenderla.
Puedo vivir sin vivir en mí por dos motivos. Uno, porque vivo en algo que es menos que yo. Y este modo de vivir, mundo de los apegos, me lleva a bajar más y más. Y otro, porque vivo en algo que es más que yo. Y esta forma de vivir, mundo del amor, me lleva a subir sin cesar.
Anoche soñé que me había llenado de manos. Con ellas me colgué de las estrellas. Su luminosidad me volvió sol.
Conocí entonces la ceguera de la luz, derroche de la generosidad divina a la que estoy tan poco acostumbrado. Me pasó como a la estudiante de catorce años, que aprovechó el silencio de la oración para columpiarse en el corazón de Dios.
'Y tan alta vida espero' le dice mi fantasía a mis cinco sentidos. De repente miro con amor, escucho con amor, hablo con amor, toco con amor y piso con amor. Todo se vuelve en mí puro milagro de amor.
'Y tan alta vida espero'. Mis sentimientos, mis pensamientos y mis palabras se adiestran en el arte de subir, que es el arte de amar. Una luminosidad transparente como el primer día de la creación: hágase la luz y la luz se hizo.
Junto a los sentimientos, los pensamientos y las palabras están las obras, las ráfagas de luz que vuelven transparente cada cosa de la creación, pues la alta vida de que viven es la vida del amor.
"Esta vida que yo vivo / es privación de vivir". Mis cálculos dejan de tener sentido. Mi vida es una vida que no es mía. "Y así es continuo morir / hasta que viva contigo". Me afirmo negándome, me niego afirmándome, "pues mi misma vida espero".
¡Y tan alta vida espero!, ¡y tan alta vida espero!, ¡y tan alta vida espero!, "que sin Dios vivir no puedo". Espero que de tanto repetir, me encuentre de repente en la altura, la altura del amor.
* Montícelo, Centro de Mística.
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