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La zona es de por sí conflictiva. Durante décadas, la región de Jammu y Cachemira ha vivido entre la espada y la pared por parte de las disputas fronterizas de India con Pakistán, por el occidente; y China, por el oriente (en el territorio hoy conocido como Ladakh). Esta última, en lo alto de los Himalayas, terminó en 1962 cuando se estableció un límite de facto denominado Línea de Control, que dividió a Ladakh del Tíbet. Pero esta semana, esas viejas rencillas revivieron, dejando como saldo 20 soldados indios muertos y una elevada tensión entre dos grandes potencias nucleares, que pone al mundo entero en alerta.
La versión de lo ocurrido depende de quién la cuente. Mientras que el Ejército chino asegura que actuó en defensa de su territorio, pues soldados indios habrían cruzado indiscriminadamente la frontera dos veces, un soldado indio entrevistado por AFP dijo que hubo “combates cuerpo a cuerpo violentos” tras un cruce de provocaciones.
Este episodio activó las alarmas de una posible escalada violenta entre ambos países, pues es la primera vez en 45 años que un enfrentamiento militar en la zona deja víctimas mortales. Además, se suma a las demostraciones de fuerza que ambos cuerpos militares vienen sosteniendo desde mayo, pero ¿qué tan circunstanciales son estos enfrentamientos?
Desde 2017, el Gobierno del premier indio Narendra Modi reforzó su presencia militar en la frontera con China, para impedir la construcción de una carretera que el Ejército de ese país pretendía ejecutar en una zona actualmente en disputa. Desde entonces, la militarización de los Himalayas no ha cesado.
El analista de inteligencia, Fernando Cocho, explica que la construcción de obras de infraestructura en el Tíbet “hace parte del proyecto chino denominando Nueva Ruta de la Seda y para asegurar su ejecución e inauguración en 2049, Xi Jinping ha militarizado por completo la frontera”.
El ambicioso proyecto es una red de nuevas infraestructuras, no solo en territorio chino sino también en sus países aliados distribuidos en los cinco continentes, incorporado desde 2017 en la Constitución china. El plan incluye la construcción de ferrocarriles, oleoductos, gasoductos, puertos marítimos, aeropuertos y centros residenciales en China y al menos otros 100 países, lo que ha despertado críticas de quienes consideran que se trata de un plan geopolítico para dominar la economía mundial.
Y aunque pareciera que el gigante asiático está dispuesto a todo para cumplir su propósito, Janiel Melamed, experto en Relaciones Internacionales de la Universidad del Norte, considera poco viable que Xi y Modi se enfrasquen en una confrontación militar a mayor escala.
“Ambos países tienen armas nucleares y si llegan a enfrentarse, eso conllevaría a una destrucción masiva asegurada, es decir, ambos pierden”, explica, y añade que “India y China comparten una de las fronteras más largas del planeta, con un clima y una topografía enormemente adversos”.
En consecuencia, señala el académico, no solo sería muy difícil para ambos movilizar tropas de una forma más masiva, sino garantizar el suministro de armas, el abastecimiento de medicinas y el retiro de heridos, en medio de montañas con picos de cerca de 8.000 metros de altura.
Y de momento, parece ser así: este miércoles, tras un encuentro de cuerpos diplomáticos, ambos países convinieron mantener la paz en la zona. “Las dos partes han acordado respetar los consensos, apaciguar la situación en el terreno lo más rápido posible y mantener la tranquilidad”, manifestó un portavoz del Gobierno de Xi .