El humo de 46.500 hectáreas calcinadas es tal, que llegó hasta el campus de la Universidad de California, en San Francisco, a 80 kilómetros del foco más cercano de fuego: Santa Rosa, una ciudad de poco más de 150 mil habitantes y la más afectada por los incendios que devastan al norte de ese estado desde el pasado domingo.
Las llamas, de hecho, destruyeron casi la totalidad de un vecindario de clase alta en la urbe: mansiones hechas cenizas, viñedos esfumados y los letreros de McDonald’s, Hilton y K-mart ennegrecidos en el piso, según dejan ver las fotografías.
A la emergencia, en la que 3.500 viviendas y edificios fueron arrasados y han perdido la vida 17 personas, se suma que las antenas de celular quedaron inservibles en algunas zonas, y el aviso de que el fuego se acercaba fue tardío en algunos poblados, como Napa, donde Charles Rippey, de 100 años y veterano de guerra, y su esposa, Sara, de 98, fallecieron justo después de celebrar su aniversario número 75.
Mientras tanto, la radio y las emisoras locales ha sido su salvación de los incendios, que el diario Los Angeles Times califica como los más devastadores en la historia reciente del estado.
Con ese escenario, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, escéptico sobre los efectos del cambio climático, no tuvo más opción que declarar el desastre en California, lo que implica recursos humanos y financieros extraordinarios para atender la emergencia que tiende a agravarse por la erosión de los suelos y los fuertes vientos.
Aunque se desconoce el detonante de la tragedia ambiental, Andy Jarvis, líder del Programa de Investigación en Cambio Climático, Agricultura y Seguridad Alimentaria del Consorcio CGIAR, explica que California, “irónicamente uno de los estados más progresista en temas de medio ambiente, completa cinco años en sequía”.
Aunque no es posible aseverar que el cambio climático derivó en estos eventos, lo que sí es que el fenómeno es una realidad y, según sus investigaciones, tiene el potencial de aumentar la temperatura de la tierra y exacerbar desastres como los incendios forestales.
El impacto es particularmente alto en el norte del estado, en Napa, donde la industria del vino genera 46.000 trabajos y más de 13.000 millones en ganancias. “California tiene mucha agricultura, y esta zona es vinícola, por lo que hectáreas de sembrados fueron arrasados, sembrados que llevan hasta 10 años ahí, con toda la inversión que eso significa. Pero no es solo el cultivo, también son los barriles de producción que estaban albergados en las plantas”, sostiene el experto.
Así las cosas, dice Jarvis, el Gobierno de EE. UU. tiene más evidencia de que ya es hora de ver el cambio climático como un asunto que requiere inversiones a largo plazo, “porque el costo de la inacción es muy alto”, dice, y añade que si se invierte ahora en prevención la dimensión de los incendios será menor en el futuro para ciudadanos, empresas y Estado.