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Fue el pasado 2 de agosto cuando el presidente Donald Trump dio la orden a su secretario de Estado de “acabar con las guerras interminables” y alardeó con haber reducido en al menos el 10 % el número de soldados estadounidenses desplegados en Afganistán. Cinco meses después, el viernes pasado, el mismo Departamento de Estado publicó una declaración en la que afirma que “EE.UU. es una fuerza de bien en Oriente Medio” y anuncia que no retirará sus tropas de la región.
Esta aparente contradicción da pistas sobre los nudos que atan al país norteamericano, no solo en la reciente escalada de violencia con Irán, a la que Trump quiso bajarle el tono, sino en los múltiples conflictos internos de los países de la región, en los que EE.UU. ha sido actor, a veces tras bambalinas y a veces protagonista. En su libro “El nuevo imperialismo”, el geógrafo y teórico social David Harvey define la avanzada sobre países como Irak como “una ofensiva neoconservadora, un intento de controlar el grifo mundial del petróleo y con él la economía global mediante el dominio sobre Oriente”.
Entonces, en términos prácticos, ¿por qué Estados Unidos mantiene su costosa inversión en tropas y arsenal? De la mano del analista español de Inteligencia y Seguridad Nacional, Fernando Cocho Pérez, exploramos esas razones, por las que ni Trump ni sus antecesores han contemplado una posibilidad sería de retirada.