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La de Estados Unidos es una realidad con tantas dimensiones como Estados. En la verdad federal, Joe Biden ganó las presidenciales de finales de 2020. En algunas verdades matizadas y locales, lo hizo a través de un sistema de voto que le favoreció en detrimento de Donald Trump. Un error en el que las huestes trumpistas están intentando no volver a caer. Entre el 1° de enero y el 21 de junio de 2021, 17 estados, la mayoría con dominio legislativo republicano, han promulgado 28 leyes que restringen el acceso al voto.
Las normativas van desde acortar el periodo de votación anticipado o reducir los puestos de votación, hasta eliminar la votación los domingos y endurecer las condiciones para votar por correo, un elemento clave de las últimas elecciones, exigiendo justificaciones o limitando el tiempo en que se puede enviar el voto. Según el Centro Brennan para la Justicia, instituto de estudios de leyes y políticas públicas de la Universidad de Nueva York, Estados como Georgia, Wisconsin o Michigan tienen algunas de las más restrictivas. Todos, Estados vitales en la última victoria de Biden.
“Estados Unidos siempre ha sido un país líder en flexibilizar la forma en cómo votan los ciudadanos”, explica Rafael Piñeros, docente de la Universidad Externado con master en Análisis de problemas políticos internacionales, “el voto por correo existe desde el siglo XIX. Ahora, cuando la gente se vio obligada a ejercerlo en porcentajes muy importantes, resulta paradójico que se busque limitarlo”.
Ya sea por efectos de la pandemia o por comodidad, 101.453.111 estadounidenses emitieron su voto de forma anticipada en las pasadas elecciones, según la base de datos académica de US Elections Project. De ellos, más de 65 millones fueron por correo, un récord respecto a 2016, cuando casi 50 millones lo hicieron. El crecimiento, si bien se notó tanto en las toldas republicanas como demócratas, fue mayor en las segundas. Según el Centro Brennan, cerca del 60 % de los demócratas votó por correo en 2020 (en 2016 fue el 26 %); en contraste, apenas un 30 % de los republicanos lo hizo (21 % en 2016).
“Los republicanos se caracterizan por ser mucho más tradicionales en ese sentido”, explica desde Nueva York el docente en Estudios Políticos de la Universidad de esa ciudad, Patricio Navia. “Les gusta que la gente deposite su voto en físico. Los demócratas son el electorado que más usa otros métodos alternativos. Las últimas restricciones los afectan mucho más a ellos”. Trump lo sabía. Su desdén por el sistema electoral del país se centró en el voto por correo.
“Se están enviando millones de boletas por todo el país. Esto va a ser un fraude como nunca se había visto”, dijo en septiembre de 2020, cuando aún era presidente. Por fin, su partido está haciendo algo al respecto. “Y es posible porque cada Estado se dota de sus leyes electorales”, detalla Piñeros. Un escenario que tensiona el poder federal y el local.
Limitadas funciones
Mientras Trump alegaba fraude en 2020, millones de estadounidenses votaban. 158 millones de personas ejercieron su derecho al voto, de poco más de 230 millones habilitados. La cifra representó un 66,7 % de participación, la más alta desde el año 1900.
Tener claro el dato total de sufragios permite dimensionar el peso del voto anticipado. De los 158 millones de papeletas contadas, el 63 % llegó de forma anticipada, antes del 3 de noviembre. Si se delimita solo al voto por correo, su peso sigue siendo de más del 40 %. La gran afluencia de este tipo de votos dificultó el conteo, que se prolongó durante más de una semana.
“La ausencia de un organismo electoral nacional, como en Colombia es el Consejo Nacional Electoral, que envíe directrices en elecciones, hace más complejo el sistema estadounidense”, explica Piñeros, “y eso se da porque desde la fundación del país se le dio unas muy limitadas funciones al Estado federal”.
A Washington se le encomendó la macroeconomía, la defensa y la política exterior. A los Estados, los campos de más directo efecto en el ciudadano, como la educación y por supuesto las condiciones en las que se ejerce el voto.
“La lógica detrás de eso fue que al ser un país con Estados tan diferentes entre sí, lo más apropiado era que la administración local, que podía tener un contacto más directo con las necesidades de su población, tomara ese tipo de decisiones”, detalla Piñeros. Surgió un país en donde cada una de sus 5o entidades subnacionales tiene reglas distintas.
Por ejemplo, en Wisconsin una persona que envíe su voto por correo o vaya a votar antes de las elecciones, puede arrepentirse hasta tres veces. Solo es necesario que se acerque a una oficina electoral y pida una nueva boleta, que anula la anterior. “A pesar de que es un sistema muy laxo, no hay pruebas de que sea objeto de fraude”, señala Navia, “esa justificación para las leyes que se están aprobando en los Estados más republicanos, carece de sustento. Están dirigidas a afectar a poblaciones propensas a votar demócrata”.
No hay que olvidar que EE. UU. enfrenta unas nuevas elecciones en 2022 en las que renovará la totalidad de la Cámara de Representantes y 34 de los 100 escaños del Senado. Biden sostiene en ambas una mayoría débil: en la primera por un voto (el de la vicepresidenta Kamala Harris) y en la segunda por siete escaños.
Nada indica que la andanada de leyes para restringir el voto anticipado se detenga. De hecho, y según el Centro Brennan, es probable que a las ya aprobadas se les sumen 61 leyes más. “Aunque la administración electoral ya tenía las marcas de las divisiones partidistas, esa brecha se amplió en 2020”, finaliza el Centro de Estudios, “especialmente en la cuestión del voto por correo”, un mecanismo que ya demostró su peso en la elección del presidente de EE. UU. . n