En un folio de color amarillo todavía se conservan los diseños del que sería el primer acopio de taxis que iba a tener Medellín y nunca se construyó. El extraño plano se dibujó en 1927 y en el mismo se advierte una pequeña construcción de ventanas cuadradas y un techo circular en el que se instalaría un teléfono para contactar a la incipiente flota de la empresa de don Nicanor Restrepo Correa, entonces de apenas 12 automóviles dotados con novedosos taxímetros.
Aunque la construcción nunca salió del papel, los diseños sobrevivieron intactos al paso de casi un siglo en los archivos del Municipio de Medellín, convirtiéndose hoy en una ventana al pasado para apreciar un pedazo de ciudad que no fue pero que se imaginó.
Estos planos son tan solo un pequeño pedazo del gigantesco volumen de documentos que resguarda el Archivo Histórico de Medellín y que alcanza una extensión de 2.000 metros lineales. Esto quiere decir que si cada una de las páginas de actas, informes, manuscritos, mapas, entre muchos otros papeles, se alinearan uno detrás de otro alcanzarían una extensión que equivale a once veces y media la altura del Edificio Coltejer.
Además de aquel extraño acopio, el archivo resguarda también los planos de un quiosco que jamás se construyó sobre el puente que cruzaba la quebrada Santa Elena sobre la carrera Junín, diseñado por el arquitecto belga Agustín Goovaerts.
También está el boceto de un carro diseñado para mojar las calles aún destapadas de la Medellín de las primeras décadas del siglo XX, cuya forma se asemeja más a la de una especie de insecto de madera; o hasta una representación gráfica del que sería el uniforme del Cuerpo de Serenos de la ciudad, que en algún momento patrulló por las calles para resguardar el orden y proteger a los comerciantes.
Más allá de esas postales curiosas del pasado, los documentos del archivo también son una puerta de entrada para estudiar una ciudad cambiante, que por ejemplo en 1812, cuando se realizó un censo de los habitantes del hoy corregimiento de San Cristóbal, todavía los discriminaba entre hombres y mujeres blancos, mestizos, mulatos, negros libres y esclavos.
Así nació el archivo
Pese a que desde su erección como villa en 1675 Medellín ha producido y almacenado incontables documentos, la preocupación de la ciudad por resguardar su patrimonio documental es relativamente reciente.
Catalina Gutiérrez López, historiadora del archivo, explica que el nacimiento del espacio se remonta a 1993, cuando el Municipio se propuso ordenar sus documentos más valiosos y que estaban dispersos por múltiples oficinas.
“La documentación se encontraba tanto en el archivo central de la Alcaldía, ubicado en una sede diagonal a la parroquia de San Benito, y en general en todas las oficinas del Municipio”, explica la historiadora, añadiendo que en aquel año se determinó que todos los documentos anteriores a 1986 debían quedar bajo custodia del archivo.
Durante sus primeros tres años de funcionamiento, el archivo acopió sus documentos más antiguos provenientes de dependencias como el Concejo, la Alcaldía y la Personería. Posteriormente llegó el fondo del Instituto Metropolitano de Valorización (Inval), con una colección de planos de vías. De este primer grupo de fondos se desprenden los papeles más antiguos de la ciudad, empezando por la cédula real enviada desde España y con la que se erigió la Villa de Nuestra Señora de la Candelaria de Medellín.
Sin embargo, advierte Gutiérrez, aquella cédula real no es el documento más longevo, sino un certificado de pureza de sangre emitido en 1638, que un ciudadano del siglo XVII entregó al cabildo para acreditar su linaje español, requisito de oro en aquella época para acceder a un cargo público.
Si bien joyas de los días tempranos de la villa como estas lograron sobrevivir, se tienen indicios de grandes volúmenes de documentos que desaparecieron y que hoy serían material invaluable para todo tipo de disciplinas académicas que necesitan profundizar en la historia de Medellín.
Según explica el también historiador del archivo, Jaime Gómez Espinosa, este es el caso de los documentos de las inspecciones de Policía de Medellín, de las que se sabe producían todo tipo de información desde 1880 y que a raíz de la ausencia de una cultura de la preservación durante la mayor parte de los siglos XIX y XX se los comieron los hongos, la humedad o simplemente fueron eliminados por falta de espacio.
¿Cuáles eran los pleitos más comunes entre los habitantes de Medellín a finales del siglo XIX? ¿Cómo solucionaban las autoridades dichos conflictos? Son algunas de las preguntas que habrían podido comenzar a explorarse en caso de que esos vestigios del pasado no se los hubiera llevado el olvido.
Voces de la radio
Además de los fondos Alcaldía, Concejo, Personería e Inval, el quinto fondo y el que más tarde se incorporó al archivo es una colección de más 852 tomos de libretos de las emisiones del desaparecido Radioperiódico Clarín, liderado por Miguel Zapata Restrepo.
Como cualquier noticiero, los libretos de ese informativo, que abarcan un periodo entre 1959 y 1988, permiten hacer un viaje en el tiempo y sorprenderse con sonados crímenes, revueltas y una inagotable serie de historias curiosas.
Dentro de los hechos reseñados en ese noticiero, se incluyen algunos como, por ejemplo, la demolición del antiguo edificio Gonzalo Mejía, en donde hoy se levanta el edificio Coltejer, el teatro más grande que jamás tuvo la ciudad y cuyo estilo art nouveau, lo hacía resaltar por una fachada de arcos livianos y transparente.
“A las 9:00 de la noche se cumple la última función del Teatro Junín. Definitivamente las funciones que está presentando hoy desde la 1:00 de la tarde el teatro Junín marcarán la finalización de la mencionada empresa. Después de 40 años de intensa actividad el teatro será demolido para permitir la construcción de un moderno edificio a cargo de la Compañía Colombiana de Textiles. Se proyecta por parte de los artistas de la capital antioqueña dar una serenata de despedida que se podría cumplir hoy o mañana. El edificio que se levantará en Junín con La Playa será de 33 pisos y tendrá además un teatro y varios pasajes”, quedó plasmado en la noticia, emitida el 1 de octubre de 1967.
El 27 de octubre de 1962, otro informe del noticiero narró por ejemplo cómo se vivió la crisis de los misiles en Cuba desde la capital antioqueña, señalando que además de Estados Unidos, Colombia también era uno de los 14 países que ya habían quedado al alcance de los artefactos de la Unión Soviética.
“Hablando concretamente de las ciudades colombianas que estarían al alcance de dichos cohetes con ojivas atómicas se mencionaron Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, centros estos que por alta demanda serían el objetivo más inmediato del enemigo de Colombia, no solo por constituir los centros motores de la actividad económica del país, sino también por constituir los centros de mayor población”, se expresó en el reporte.
Contrario a lo que usualmente podría pensarse, los documentos que suelen demandar mayores cuidados en el archivo no necesariamente son los más antiguos, sino también los más consultados o incluso los relativamente más recientes, como aquellos producidos en el siglo XIX y XX, cuyo papel es de menor grosor y calidad.
Este es el caso del fondo del Radioperiódico Clarín, que por contener tanta información curiosa para investigadores y ciudadanos en general, suele ser uno de los que mayores desgastes presenta.
Precisamente, el trabajo para cuidar y rescatar esos documentos, es otro de los procesos que hacen único al Archivo Histórico de Medellín en el país.
Felipe Vargas Cifuentes, conservador y restaurador del archivo, explica que hasta antes de 2009 cualquier documento histórico importante que tuviera la institución tenía que ser enviado a Bogotá, al Archivo General de la Nación, para ser allí recuperado.
“Muchos documentos del cabildo ya presentaban unos problemas de acidez en las tintas, de oxidación, entonces ya la manipulación se hacía muy difícil y literalmente las letras saltaban al manipularlo, porque son tintas ferrogálicas y las letras se oxidan y en el papel esto lo rompe. Se van las letras y se empieza a rasgar el papel”, explica Vargas.
Buscando tener esas capacidades de restauración en Medellín, el Municipio abrió una convocatoria pública, seleccionó un equipo inicial de restauradores y emprendió una serie de reformas para adecuar la casona que hoy ocupa la institución, ubicada en la calle Colombia entre las carreras El Palo y Girardot.
En dichas adecuaciones, lideradas por los arquitectos restauradores de la Fundación Ferrocarril de Antioquia, la casa pudo garantizar las condiciones de humedad, aireación y espacio para poder adaptar áreas de lavado, limpieza y procesos técnicos de intervención de los documentos.
En un trabajo que se asemeja al armado de un rompecabezas, Vargas explica que en dicha restauración se emprenden procesos de lavado, eliminación de hongos y encuadernar los folios con aguja e hilo en mano.
A raíz de lo vasto del archivo, Vargas señala que es humanamente imposible revisar y restaurar todos los documentos, entonces, como si se tratara de un hospital de guerra, los restauradores se encargan de intervenir los documentos más críticos.
Con una lógica similar, funciona el proceso de digitalización, en el que los documentos con niveles de consulta mayores son aquellos que son cargados al catálogo virtual.
Dentro de las joyas que recientemente se incorporaron a dicho catálogo digital está por ejemplo el Carnero de Medellín, escrito por José Antonio Benítez, “el Cojo”, y terminado en 1840.
El texto tiene todo tipo de noticias, documentos históricos, reflexiones, poemas, cartas y escritos, durante siglos fue custodiado por varias familias y ahora está disponible para cualquier curioso.
Aunque los visitantes más asiduos del archivo suelen ser historiadores y académicos investigadores, tanto Vargas, como Gómez y Gutiérrez recordaron que este es un espacio abierto para toda la ciudad, a la que pertenecen estos documentos que permiten repasar y redescubrir su historia.