Para quienes no frecuentan el centro de la ciudad, la zona del Parque de Berrío y la Plaza Botero les luciría como siempre.
En un costado, los cambalacheros hacen sus peculiares negocios; en otro, los escribanos aguardan clientes que les dicten cartas en sus viejas máquinas de escribir (pese a que estamos en plena era digital); y en otro los voceadores ofrecen sus productos.
Desde “yines” para dama hasta pomada de coca y marihuana van anunciando con sus fuertes voces, compitiendo a “grito herido” con el bullicio del corazón de Medellín.
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Sin embargo, para quienes transitan a diario por esta peculiar zona, el cambio tras el desmonte del tal “abrazo”, que mantenía apercollada la plazoleta nombrada como el icónico artista, es total.<br />
Se recordará que a finales de enero de 2023 –en una de las medidas más polémicas tomadas por la administración de Daniel Quintero– se ordenó cercar con vallas la Plaza Botero desde el Palacio de la Cultura hasta el Museo de Antioquia, dejando solo tres puntos de acceso: los bajos de la estación, la Iglesia de la Veracruz y la Avenida 1° de Mayo.
La medida que la alcaldía en ese entonces calificó como el “abrazo a Botero” fue cuestionada por varios sectores sociales que la entendieron como una segregación poco útil para solucionar de fondo problemas históricos del sector como los hurtos, el expendio de drogas, la prostitución, la explotación infantil y la presencia de habitantes de calle.
“Como fue costumbre en esos momentos, no hubo acción ni pública ni simbólica que valiera para revisar la medida. Ni siquiera tuvo efecto la carta del Maestro Botero que pedía la restitución de la Plaza tal como había sido concebida: abierta, accesible y afectuosa”, recordó la directora del Museo de Antioquia, María del Rosario Escobar, quien añadió que ni siquiera durante el funeral del pintor paisa se aflojó ese “nudo de ahorcar” que representaban las vallas.
Ya cuando inició la administración de Federico Gutiérrez, una de sus primeras medidas fue tumbar el tal “abrazo”. Desde entonces, aunque aún falta trecho, el cambio ha sido notable. Prueba de ello es que el hecho de caminar por la zona ya no viene acompañado de ese sentimiento inconsciente de querer meterse al cercado buscando una “protección” ante un “mal” que seguramente era imaginado.
Hoy en día da gusto ver como la Plaza tiene otra faceta más amable en la que se nota que pueden converger todos. Desde turistas en chancletas, pasando por habitantes de calle perdidos en su “viaje”, grupos familiares, hasta rubios jóvenes en patineta que se deslizan como si estuvieran filmando un comercial en una plaza europea.
Aseo y seguridad
Según lo pudo constatar este periódico, uno de los principales cambios en la zona es el aseo. Claro, aún falta mucha cultura ciudadana y pedagogía sobre todo con los habitantes de calle, pero la labor de los “escobitas” y del personal de ornato ha sido titánica. Las fuentes y las zonas verdes del sector son sometidas a constantes limpiezas que dan otra cara al sitio y la presencia de baños portátiles en los extremos han ayudado a mermar el eterno olor a orina y heces que hay allí. Algo es algo.
Otro aspecto tiene que ver con la sensación de seguridad. Aunque durante el cierre la presencia policial era constante, los uniformados se quedaban principalmente en los puntos de acceso. Hoy los cuadrantes se mueven por la zona junto a atentos funcionarios de Espacio Público.
Estos aspectos hacen sentir que caminar la zona sea una experiencia más tranquila.
La “Experiencia Centro”
Una de las asesoras turísticas de la zona señaló que salvo el basurero que dejan los habitantes de calle en las noches –que es recogido por Emvarias en la mañana– el cerramiento no se añora para nada. Según comentó, para ella haber puesto esa barrera fue una idea intrascendente que trajo más perjuicios que bondades.
De otro lado, Felipe –un guía turístico de la zona– señaló que para él la imposición de la barrera creó una frontera que dejaba a un lado a algunas personas como los habitantes de calle, situación que antes generaba más conflictos.
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“A eso súmele que como muchos de ellos se quedaban en las zonas de acceso porque no podían pasar, eso generaba complicaciones con los turistas porque muchos visitantes llegaban y decían: ‘!Ah mira! La Plaza de Botero. Uy, ¿pero para entrar hay que pasar por esas puertas con tantos habitantes de calle?... No, mejor no entremos’”, recordó.
Además, según Felipe, si bien a algunos turistas puede que no les guste el retiro de las vallas, otros sí han mostrado su preferencia por tener la plaza abierta, pues esto garantiza tener la experiencia del verdadero Centro de Medellín.
“La búsqueda de esa Medellín del Centro es constante y ha venido ganando relevancia frente a otros atractivos como la comuna 13. Ya muchos guías, aprovechando la nueva cara de la zona, incluyen en sus recorridos este punto”, añadió.
Las cifras parecen resaltar lo que dice Felipe, pues por ejemplo el Museo de Antioquia registró en 2023 apenas 152.275 visitantes, mientras que en 2024 –con las vallas retiradas– llegaron 190.500 turistas. Para inicios de 2025 iban 19.023. Algo similar ocurrió con el Palacio de la Cultura que en todo 2024 registró 27.091 visitantes, y en lo que va de 2025 ya contabilizó 16.614 visitas.
Otro de los que comentó como está la Plaza hoy es don Carlos –uno de los vendedores de la zona y un habitante histórico del Centro de Medellín– que recibe a los visitantes con “bendiciones” en vez de bienvenidas, lo que da cuenta de su carácter bonachón que puede pasar desapercibido ante su efigie que más recuerda la de un dios mediterráneo de ceño fruncido.
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Don Carlos recordó que luego de la desmontada del vallado, han venido muchos más turistas a la zona. “Es que eso dizque lo cerraron por temas de seguridad, pero antes ese cierre espantaba a la gente. Gracias a dios todo ha ido volviendo a la normalidad”, agregó.
Parte del éxito de ese retorno de los turistas tiene que ver con el orden entre vendedores. Uno los puede ver uniformados y carnetizados deambulando por la zona ofreciendo desde fotografías, réplicas en miniatura de las obras de Botero, tours, entre otros productos.
“Si en un parque como este, tan visitado, no hay orden; eso se vuelve un despelote. Pero si usted como visitante ve que hay vendedores con chaleco y todo, eso da cuenta de que hay organización. Y eso da más tranquilidad, ¿O no?”, añadió.
Cambio de imagen se irradia al Centro
El auge que ha tenido la Plaza de Botero también ha venido en sintonía con el resurgir de otros espacios del centro, como una especie de efecto dominó.
El Palacio Nacional (sobre el mismo eje de Carabobo), el Museo Casa de la Memoria, el florecido Claustro de San Ignacio –además de nuevos cafés, bares y restaurantes en la zona– son iniciativas públicas o privadas que buscan darle visibilidad y la tan anhelada segunda oportunidad al Centro de Medellín.