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El centenario Palacio de Calibío, en Medellín, estrena “pinta”

Al Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, sede del ICPA, le restauran cubiertas, terrazas, cúpulas y gárgolas.

  • Uno de los obreros realiza labores de mantenimiento en el techo del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Uno de los obreros realiza labores de mantenimiento en el techo del Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
  • Jaime y Pedro realizando sus labores en uno de los costados de la centenaria estructura. FOTO: Cristian Álvarez.
    Jaime y Pedro realizando sus labores en uno de los costados de la centenaria estructura. FOTO: Cristian Álvarez.
  • El centenario Palacio de Calibío, en Medellín, estrena “pinta”
  • un artículo de 1987 que hablaba sobre la construcción del edificio. FOTO: Archivo.
    un artículo de 1987 que hablaba sobre la construcción del edificio. FOTO: Archivo.
  • Obras de mantenimiento en el techo del Palacio Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
    Obras de mantenimiento en el techo del Palacio Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
hace 14 horas
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Por estos días, y casi sin que nadie lo note, un grupo de obreros se balancea por las alturas de uno de los edificios más antiguos y emblemáticos de la ciudad. Como si fueran modernos “hombres araña”, se encargan de conservar el antiguo Palacio de Calibío, hoy Palacio Rafael Uribe Uribe. Esta majestuosa construcción, una de las más imponentes del Centro, fue encomendada en los años 20 por Pedro Nel Ospina al arquitecto belga Agustín Goovaerts, y tardó muchas décadas y obstáculos para “completarse”.

Jaime y Pedro, un maestro de obra y un obrero del que solo se pudo conocer sus nombres porque los llamados de su supervisora, son dos de los 11 trabajadores encargados desde octubre de las labores de restauración del techo del auditorio del Palacio de la Cultura, conocido como la vieja Gobernación de Antioquia, hoy sede del Instituto de Patrimonio y Cultura (ICPA).

Amarrados de gruesos arneses, los hombres se aferran a la inclinada estructura casi que acostados buscando pegar uno a uno los paneles de fibrocemento o súperboard para evitar que la lluvia y la humedad dañen el bello tesoro que hay debajo de la centenaria estructura. Y es que debajo del techo intervenido, se halla el bellísimo auditorio Luis López de Mesa –otrora sede de la antigua Asamblea de Antioquia– que a lo largo de su existencia ha atestiguado sucesos históricos para la ciudad y el departamento.

Jaime y Pedro realizando sus labores en uno de los costados de la centenaria estructura. FOTO: Cristian Álvarez.
Jaime y Pedro realizando sus labores en uno de los costados de la centenaria estructura. FOTO: Cristian Álvarez.

Volviendo con Jaime y Pedro, su extraña posición de trabajo –que más parece una genuflexión– inconscientemente resulta como un gesto de adoración a las enormes gárgolas (tal vez las únicas que hay en un edificio público de la ciudad) con formas de hiena que hay en lo alto de la cúpula. Estas, luciendo el pelaje erizado y las fauces abiertas, como si fueran Cancerbero, vigilan lo que hacen los obreros en medio un chubasco, sin quitarles los ojos de encima.

Una historia accidentada

Según las crónicas de la época y los recuentos históricos del Palacio de la Cultura, la construcción no pudo ser más accidentada y más parece el calco de la historia del país donde todo se hace a la “guachapanga”.

Si bien el deseo de tener un palacio de gobierno databa desde el siglo XIX, los esfuerzos languidecían pues las arcas antioqueñas vivían diezmadas por sucesos como la Guerra de los Mil Días o la Primera Guerra Mundial. Fue el general Pedro Nel Ospina quien a inicios del siglo XX por fin le dio largada a la construcción del Palacio de Gobierno de Calibío.

Tras regresar de su exilio en Europa, amigos y “embajadores” le recomendaron a Ospina contratar para la nueva gobernación al genial arquitecto y artista belga Agustin Goovaerts. Desde su llegada a la ciudad en marzo de 1920, Goovaerts se puso manos a la obra. Presentó sus planos y tasó el valor del Palacio en $611.000 pesos de la época.

Aún así, el asunto estuvo empantanado hasta que para 1924 se dio el inicio “no oficial” de las obras. En ese entonces, Goovaerts demolió una vieja casona ubicada entre la carrera Bolívar y la calle Calibío (corazón de la ciudad en ese entonces) para comenzar allí la construcción de 16 locales para habilitarlos como oficinas departamentales que albergarían dependencias como el Archivo y la Asamblea.

Acá viene el giro de las cosas, pues para 1925 Goovaerts le habría propuesto al cabildo departamental que lo mejor era aprovechar las obras ya iniciadas en la manzana de Bolívar con Calibio para hacer el Palacio de Gobierno allí, y no empezar a “sapotear” en la siguiente manzana –que era la de Boyacá con Carabobo que hoy posee el Palacio Nacional– donde se pensaba que se haría la sede de gobierno.

El centenario Palacio de Calibío, en Medellín, estrena “pinta”

Goovaerts decía que allí donde ya había erigido las 16 oficinas se podría hacer todo lo que se necesitaba y que con la venta de la otra manzana donde estaba ubicada la antigua cárcel se podría conseguir la plata para hacer el Palacio de Calibío.

La idea se aprobó y se procedió. No obstante, al incomprendido Goovaerts lo sacaron en 1926 de todas las obras públicas que había comenzado y fue reemplazó por el arquitecto Jesús Mejía Montoya, su mano derecha. Este siguió las obras del Palacio de Calibío y en 1928 se terminó el recinto de sesiones de la Asamblea, entre otras obras. El asunto ya empezaba a ver la luz. Sin embargo, en 1929 las obras se pararon por la crisis mundial.

Estas solo se retomaron en 1932 y para fin de año el presupuesto de Goovaerts se superó con creces. Aún así, el edificio ya tenía cielos rasos, escaleras de granito, sanitarios, pisos y zócalos de madera.

Entre 1932 y 1935 se construyó la unidad octogonal del edificio, el ala oriental y las escaleras con sus vestíbulos y balcones sobre la carrera Bolívar. Además, en 1935 se inició el revoque ajedrezado de la fachada, incomprendido en su época y considerado como “frondosidad de adornos que nos impuso la fantasía extravagante de Goovaerts”.

un artículo de 1987 que hablaba sobre la construcción del edificio. FOTO: Archivo.
un artículo de 1987 que hablaba sobre la construcción del edificio. FOTO: Archivo.

Desde 1937 y hasta la década de 1960 el Palacio fue abandonado por la administración pública y poco se hizo en él. Se destacó la terminación del mural “La Liberación de los Esclavos” del maestro Ignacio Gómez Jaramillo en 1955. Pero, por lo demás, los amplios vestíbulos del inconcluso edificio fueron cerrados con cercos improvisados.

De los planos y disposiciones originales de Goovaerts quedó poco, y para más inri su obra nunca se terminó, ya que lo que vemos hoy es apenas la cuarta parte de lo que el genio belga tenía en mente hacer.

En 1982 el Palacio alcanzó la categoría de Monumento Nacional de Colombia. Y entre 1986 y 1988 –cuando la sede de gobierno se trasladó a La Alpujarra– se emitieron ordenanzas para convertir al protegido edificio en el Palacio de la Cultura Rafael Uribe Uribe, por lo que era necesaria su restauración. Si bien se pensó que la tarea se podría hacer en tres años y con $2.000 millones de la época, pero demandó 11 años y $3.000 millones.

¿Qué se hace hoy?

El Instituto de Patrimonio y Cultura Departamental explicó que –por medio de la Fundación Ferrocarril de Antioquia– se están ejecutando labores de mantenimiento, reparación y restauración en varios elementos del Palacio como cubiertas, terrazas, cúpulas, cupulinos, pináculos, gárgolas, sillares, cornisas; así como la carpintería de puertas y ventanas por su avanzado deterioro. Además, se está realizando limpieza y reparación de los sistemas de desagüe del edificio.

“Esta situación representa un riesgo para los funcionarios del Palacio, así como para los visitantes. Estas acciones nos permiten a nosotros y a las futuras generaciones seguir disfrutando del emblemático edificio”, detalló el ICPA

Según la entidad, las labores se extenderían hasta el próximo 31 de agosto y tendrán un valor cercano a los $1.000 millones. Se espera que estas, realizadas con esmero por la Fundación, no alteren los valores arquitectónicos concebidos por Goovaerts.

“Esta restauración solo puede ser ejecutada por personal especializado, utilizando materiales y diseños acordes con los originales. De esta manera, se asegura la conservación del bien”, añadió el ICPA.

El Instituto detalló que el Palacio continúa abierto al público con todas las precauciones y medidas necesarias para garantizar la seguridad de los visitantes. De hecho, durante este tiempo se han recibido 24.000 visitantes mensualmente.

Obras de mantenimiento en el techo del Palacio Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero
Obras de mantenimiento en el techo del Palacio Rafael Uribe Uribe de Medellín. Foto: Manuel Saldarriaga Quintero

El tema de los visitantes es otro punto que el ICPA deberá prestarle atención, toda vez que en sus bellos pasillos y en las interesantes exposiciones que hay allí, pocos guías se ven prestos a atender las dudas de los visitantes.

Es a los vigilantes del edificio a quienes les toca hacer de guía y comentar con base en lo poco que conocen de la estructura. “Acá hacemos lo que podemos, pero la verdad sí se requieren guías para atender como se merece a la gente”, detalló uno de los vigilantes.

Por ello, es vital que se ponga servicio de guías al interior de la edificación, pues su conservación debe ir de la mano de la historia que hay detrás de su gesta.

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