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Ya arreglaron el metro, pero, ¿qué hacemos con el río Medellín?

El daño en la vía del metro, causado por una creciente del río, vuelve a abrir el debate sobre cómo manejar su caudal, que cada vez será mayor, mitigar sus riesgos y aprovecharlo más.

  • De los más de 80 puntos críticos que hay a lo largo del río, esta administración priorizó 17, cuyas obras empezaron hace un mes. FOTO Camilo Suárez
    De los más de 80 puntos críticos que hay a lo largo del río, esta administración priorizó 17, cuyas obras empezaron hace un mes. FOTO C amilo Suárez

Los seres humanos, algunos más, algunos menos, sabemos para qué sirve la columna vertebral. Sabemos también dónde queda: la podemos señalar, sentir, cuidar y sufrir. En el caso de Medellín y el Valle de Aburrá pasa casi que al contrario: todos los días vemos de frente la columna vertebral de más de 100 kilómetros que nos atraviesa. Sabemos dónde queda, pero rara vez sabemos para qué sirve, mucho menos tenemos noción de cómo cuidarla y si acaso la sentimos solo cuando nos duele, como ocurrió la semana pasada, cuando de tanto caer agua se formó una creciente que a su vez se llevó buena parte del material que sostiene la vía del metro.

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Después de siete días de trabajos sin parar, con todas las entidades públicas colaborando y poniendo personal y material, ayer en la tarde el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, y el gerente del Metro, Tomás Elejalde, anunciaron que ya el arreglo estaba terminado y que, aún antes de lo esperado, el sistema estaba otra vez funcionando de punta a punta, sin interrupciones.

Pues bien, también nos acordamos del río cuando llueve a cántaros y parece que se fuera a salir furioso del cauce, y a veces se sale, e inunda vías y causa accidentes. Y como cada vez llueve más y así seguirá siendo por los efectos del cambio climático, cada vez sentiremos y pensaremos más en el río y serán más frecuente las preguntas: ¿qué hacer con él?, ¿aguanta toda el agua que recibe?, ¿hasta cuándo y dónde aguanta?, ¿qué va a pasar cuándo no aguante?, ¿quién tiene la responsabilidad de cuidarlo?

Hay que decir, sin embargo, que no son preguntas nuevas. Existen desde que este valle se asentó y desde entonces, con aciertos y errores, cada generación ha respondido como ha podido y como le ha parecido mejor.

La semana pasada, el doctor en Geología de la Universidad Nacional, Oswaldo Ordóñez, fue noticia porque aseguró que era necesario hacer una nueva canalización porque la actual tiene ya más de 70 años y, según él, se quedó obsoleta para la necesidad actual del río. Hay que señalar que, de los más de 107 kilómetros que tiene el río desde Caldas hasta Porce, hay 25 kilómetros canalizados, es decir el 23%.

Si bien la propuesta del profesor Ordóñez ha sido rechazada casi que por unanimidad desde las entidades públicas a cargo del río (más abajo hablaremos de eso) e incluso por otros académicos y grupos de investigación dentro de la misma Universidad Nacional, sirvió para agitar el debate de las propuestas alrededor de un río canalizado hace más de 70 años, que no ha dejado ni dejará de crecer.

Siga leyendo: ¿El río Medellín podría convertirse en el Cauca? Expertos alertan que es posible y que sería un escenario devastador

Desde el 2012, se sabe, gracias a un estudio de la Universidad Nacional, que el cauce del río tiene, por lo menos, 84 puntos críticos. Es decir que hay casi uno por kilómetro. Un punto crítico quiere decir una zona de alto riesgo o vulnerabilidad, son esos lugares donde hay mayores probabilidades de un desbordamiento o una socavación. Uno de ellos es, por ejemplo, el lugar donde ocurrió el daño del metro entre Aguacatala y Poblado. Sin embargo, el riesgo se había identificado en la margen opuesta a donde ocurrió el daño.

Desde que se identificaron esos puntos críticos hace ya 13 años, se han atendido, desde el Área Metropolitana, unos 50 de ellos. Esto se había hecho de manera continuada, pero entre 2020 y 2023, durante la alcaldía de Daniel Quintero y la gerencia de Juan David Palacios en el AMVA, la entidad no destinó ni un solo peso para este fin.

El alcalde Federico Gutiérrez había anunciado desde hace casi un año una inversión de cerca de $90.000 millones para intervenir 17 de estos puntos. Sin embargo, el contrato empezó apenas el pasado mes de septiembre. Estas obras consisten en el mantenimiento y reemplazo de las placas de la canalización, el retiro de barras y sedimentos y algunas obras hidráulicas como la construcción de diques y contradiques para mitigar el efecto de las crecientes.

Investigadores, como el profesor Juan Fernando Salazar Villegas, de la Universidad de Antioquia (UdeA), han revelado cálculos que sugieren que el río Medellín podría, por momentos, alcanzar un caudal tan grande como el del río Cauca, un escenario que sería devastador. El río Medellín ya ha registrado caudales de 500 metros cúbicos por segundo (la mitad del caudal promedio del río Cauca en Hidroituango). Las proyecciones indican que podría duplicarse, llegando a los 1.000 metros cúbicos por segundo, lo que equivaldría a que el río Cauca intentara pasar por el Valle de Aburrá, desatando una calamidad sin precedentes.

Ante este panorama, la profesora Lilian Posada García, de la Universidad Nacional (UN) sede Medellín, afirma que la solución no pasa por profundizar el río dos o tres metros, ya que eso sería irresponsable y podría desestabilizar 256 quebradas y afectar a muchas comunidades. En su lugar, se están estudiando alternativas, como construir drenajes paralelos que recojan los excedentes de agua antes de que lleguen al río, específicamente antes de las quebradas La Ayurá, en Envigado y Doña María, en Itagüí. Estos ductos podrían reconducir los excesos hacia otro canal, posiblemente el río Cauca, buscando tranquilizar a todo el Valle de Aburrá. Sin embargo, la visión del Área Metropolitana no parece, al menos de momento, muy revolucionaria. Insisten en que tienen las herramientas y la tecnología para monitorear y tomar decisiones rápidas y que lo que hay que hacer es potenciarlas y mejorarlas: más atención a los puntos críticos, más trabajo con las comunidades, más conciencia ciudadana. ¿Será suficiente? Los más pesimistas creen que no, y en esto de los riesgos naturales más vale el pesimismo y la cautela.

No es solo el río, también las quebradas

La directora del AMVA, Paula Palacio Salazar, ha enfatizado que la visión de la entidad no se limita al eje principal del río, sino a la cuenca completa. Es vital trabajar en las quebradas porque existe una relación directa y suprema entre ellas y el río: lo que pasa en las quebradas afecta directamente al cauce principal. Por ello, la estrategia incluye el mantenimiento de 197 puntos en quebradas en Medellín y otros críticos en el Valle de Aburrá.

En este sentido, el urbanista y profesor Alejandro Echeverri sostiene que esta crisis de inundaciones es una oportunidad para que Medellín adopte un plan de acción que corrija el rumbo. Medellín es un valle estrecho atravesado por más de 400 cuencas hídricas. Casi el 100% de los habitantes de Medellín vive a solo 12 minutos caminando de una quebrada. Al impermeabilizarse la ciudad con cemento y urbanización, el agua baja muy rápido, lo que antes tardaba días en permear ahora toma horas o minutos. El profesor ve en esto una oportunidad única para el futuro: convertir las quebradas y cañadas en corredores verdes conectados, restaurando la naturaleza. Esto no solo haría la ciudad más resiliente, sino que ofrecería parques a 10 minutos de cada casa.

Gobernanza colectiva

Finalmente, ante la pregunta sobre quién tiene la responsabilidad de cuidar el río, desde el Área Metropolitana subrayan que el trabajo conjunto entre diferentes entidades es clave para su atención y mantenimiento. Si bien, la competencia de mantener la vía férrea del Metro le corresponde a la empresa de transporte, el AMVA asume el rol de ser el articulador de la estrategia integral de intervención sobre el río como autoridad ambiental metropolitana.

De acuerdo con Palacio, la respuesta a la contingencia del daño en el metro demostró este trabajo en equipo, que incluye a la Alcaldía de Medellín, el Metro, EPM y el Área Metropolitana, uniendo esfuerzos y capacidades.

El cuidado del río, sostiene, debe ser visto desde una articulación integral, con un componente científico y académico constante. La visión integral, según el AMVA, incluye: obras físicas de mitigación de riesgo, un monitoreo permanente (como el que se hace a través de la red Río y el SIATA) y la apropiación social del conocimiento por parte de la comunidad, capacitándola para que pueda activar protocolos de riesgo y generar conciencia sobre el cuidado de los recursos naturales. Y es que la comunidad no puede ser solo espectadora de su río, pero tampoco solo víctima.

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