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Angustias alemanas

Las ciudadanías insisten en disminuir el Estado, recortar sus aportes y eliminar subsidios, y los objetivos planteados por Merz son incompatibles.

08 de octubre de 2025
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  • Angustias alemanas

Por David E. Santos Gómez - davidsantos82@hotmail.com

En la noche del 9 de noviembre de 1989 el vocero del Partido Socialista de Alemania Oriental, Günter Schabowski, cometió un error que transformó al mundo. En una rueda de prensa en Berlín Oriental, mientras intentaba explicar las nuevas regulaciones de viajes al extranjero, aseguró por equivocación que los cambios eran efectivos de manera inmediata. En una ciudad dividida por un muro desde 1961 el anunció provocó una avalancha ciudadana que, con martillos y picos, derrumbaron las paredes de hormigón y con él, el máximo símbolo de la Guerra Fría. A la unificación de Berlín le siguió el proceso de reencuentro de una nación fragmentada tras la Segunda Guerra Mundial y el 3 de octubre de 1990 Alemania pasó a ser un país unido.

Han pasado treinta y cinco años y el gigante europeo aún carga con la pesada herencia de esa grieta. Las diferencias culturales, económicas y políticas entre las dos zonas alemanas son patentes y aquella que sufrió la desgracia del dominio soviético arrastra un rezago del que no se puede recuperar. El PIB del Este es apenas un 75 por ciento de aquel que logra el Oeste, los salarios son más bajos y por lo tanto la población joven prefiere salir de allí y la infraestructura no logra seguir el ritmo de modernización que si tienen en su contraparte occidental. Ese rezago acumulado que dejó la administración comunista generó, además, un sentimiento de humillación y maltrato que perdura en algunas comunidades. No es sorpresivo entonces ver cómo en cada elección el sentimiento antisistema del Oeste es mayor y partidos en los extremos como Die Linke, de la izquierda postcomunista, o el ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania), reciben apoyos mayoritarios con sus discursos de protesta contra el Estado.

En su discurso de celebración de la reunificación alemana, el canciller Friedrich Merz alertó de la necesidad de “un nuevo comienzo”. La frase revela las dificultades de la unión efectiva, aún con tantas décadas de ejercicio administrativo conjunto. Alemania atraviesa un momento social y económico complejo, de radicalización política, profundizado además por la guerra en Ucrania, y necesita ser cada vez más homogénea en su crecimiento. No se puede salir de la crisis con un Este pobre y un Oeste rico.

La encrucijada alemana está en que el proceso de un mayor equilibrio entre las dos zonas tendría que pasar por un empuje gubernamental y, por ende, por una ampliación del Estado. Sin embargo, la necesidad no coincide con el ambiente político. Las ciudadanías insisten en disminuir el Estado, recortar sus aportes y eliminar subsidios, y los objetivos planteados por Merz son incompatibles.

Casi cuatro décadas después de la caída del Muro de Berlín, las angustias alemanas son una particular radiografía de la crisis de la democracia. Mientras los votantes mueven el péndulo de la política entre extremos, las naciones intentan navegar en medio del huracán. Los timonazos no ayudan al barco a mantenerse a flote.

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