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Ídolos de plástico y metal

hace 2 horas
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  • Ídolos de plástico y metal

Por Fanny Wancier Karfinkiel - fannywancier7@gmail.com

La idea de la máquina simple se le ocurrió al ingeniero y matemático griego Arquímedes alrededor del siglo tercero antes de Cristo cuando estudiaba la palanca, la polea y el tornillo. Lo impensable en aquel entonces, llegó 2050 años después con el uso generalizado de las máquinas que reemplazaron el trabajo manual e introdujeron una nueva manera de producir bienes, facilitar la producción y reducir costos. Había llegado la Revolución Industrial y con ella, la mecanización de gran avance tecnológico que transformaría radicalmente la economía y la sociedad a nivel mundial.

“Los seres humanos se han convertido en herramientas de sus herramientas”, afirmaba el escritor, filósofo y poeta estadounidense Henry David Thoreau a mediados del siglo 19. Ahora, sumergidos en el presente, nos damos cuenta que describía la influencia de la Revolución Digital de mediados del siglo XX que, cual sombra mastodóntica, ha surcado el mundo transformando nuestra forma de vida.

¿Se trata del surgimiento de una forma de idolatría? ¿De la adoración generalizada al “material digital” que libera y, paradójicamente, esclaviza mediante el internet, la ciberseguridad, la informática cuántica y la inteligencia artificial? Voluntaria o involuntariamente somos adictos a las máquinas electrónicas, dependemos de ellas, nos relacionamos con intercambios cada vez más automatizados, y enganchados a una sobredosis de tecnología, le creemos más que a nosotros mismos.

Que la línea divisoria entre lo humano y el mundo digital sea cada vez más tenue, conduce al deterioro de funciones cognitivas como la atención, la memoria, el lenguaje, el razonamiento y la percepción, del mismo modo que la baja autoestima, compararse con los demás, necesitar validación constante y exponerse a imágenes e información falsa acarrea un impacto nocivo en las emociones.

En momentos de saturación tecnológica seguramente más de uno hemos evocado con cierta nostalgia el escenario donde la omnipresencia del espacio virtual no existía, lo manual recuperaba su lugar olvidado y las interacciones humanas no estaban sujetas a un click. Aun así, no hay que exasperarse: sin olvidar que los seres humanos no pueden explicarse en su totalidad en términos de programas informáticos, y sin la ira que llevó a Moisés a romper las tablas de la ley al pie del Monte Sinaí después de descender y ver al pueblo venerando el becerro de oro, el deber conjunto frente al “becerro digital” consiste en permanecer atentos a su uso responsable, ético, seguro y libre de violencia.

Paralelamente a la inmensa magnitud de lo virtual, toquemos un instrumento, dibujemos, incrementemos la benevolencia, la empatía, la búsqueda de la verdad, la capacidad de percibir la belleza, el asombro y el misterio de la vida. “La mejor emoción es la emoción mística, en ella está el germen de todo arte y de la verdadera ciencia. En este sentido y solo en este me incluyo entre los hombres profundamente religiosos”, sostuvo Albert Einstein invitándonos a entender que el componente armonioso de la vida orgánica no se explica únicamente a partir de sus partes, sino también a su impredecible interacción.

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