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Leer para huir del caos

Ese aumento de la realidad lectora, de la elección del libro como compañero de vida, puede ser una demostración del afán de los lectores por huir del frenesí noticioso, de la abundancia inútil de chismes e informaciones.

10 de marzo de 2024
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  • Leer para huir del caos
  • Leer para huir del caos

Por Juan José García Posada - juanjogarpos@gmail.com

Bienaventurados, los que aprendimos a pausar la realidad noticiosa para cruzar a la dimensión saludable de la lectura. Son razonables los datos más recientes sobre el aumento de la dedicación de los colombianos a los libros. El año pasado el promedio subió más o menos de dos a cinco libros por año. Este es un dato importantísimo. Debe ser una consecuencia de las campañas de fomento en centros educativos, de la actividad de la industria editorial, de las librerías y bibliotecas y de los autores y editores que se empeñan en estimular el culto a una de las creaciones maravillosas de la inteligencia humana.

Claro está, gracias también a los medios periodísticos responsables frente a los fenómenos culturales y consecuentes con su misión de mejorar la calidad de vida de las audiencias. Además, ese aumento de la realidad lectora, de la elección del libro como compañero de vida, puede ser una demostración del afán de los lectores por huir del frenesí noticioso, de la abundancia inútil de chismes e informaciones, de las pendencias presidenciales y las polémicas estériles y venenosas de politiqueros y aprovechadores inútiles obstinados por avivar el fuego pasional y mantener a la gente en estado de crispación aguda.

El informe lo realizó la Cámara Colombiana del Libro. Antioquia y el País Paisa tienen el liderazgo en cantidad de lectores, ya era hora, sobre todo de libros impresos. Los digitales no llegan al diez por ciento. Más del 70 por ciento de la población colombiana lee, por placer, estudio, o trabajo. La consulta se hizo en octubre del año pasado. Como es un estudio más cuantitativo, decir que la gente está leyendo más para escaparse del pandemónium informativo es una hipótesis, una conjetura, nada descartable por cierto. Uno se siente al borde de la chifladura con ese énfasis así morboso en las malas noticias y la repetición de tantísimos hechos intrascendentes, insustanciales. No es legítimo tapar, ignorar, pero de algún modo tiene que afectar la salud mental esa exposición 24/7 a lo peor de la región, el país y el planeta.

En estos días he preferido conocer el publicitadísimo relato, novela o cuento de García Márquez, En agosto nos vemos. Bien escrito pero flojo, plano, opaco. Dudo de que el admirado y querido Nobel colombiano lo hubiera escrito en su madurez. Más bien sugiere una obra de la adolescencia, donde ya se anunciaba un estilo genial. También he seguido poco a poco el documentadísimo ensayo novelesco de William Ospina sobre Humboldt, Pondré mi oído en la piedra hasta que hable, de monotonía inefable. Y he disfrutado Desde el cañón del río Arma hasta la tierra de la esperanza, de Diego Arango Mora, quien exalta la fundación de un gran país por media Antioquia y el prodigio épico de la colonización antioqueña, con la presencia de la familia y del entorno quindiano. Esos tres, entre muchos otros textos con los que he venido topándome para huir del caos circundante.

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