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Diego Londoño
En el vasto universo de la música, hay géneros que se destacan como faros luminosos, géneros que guían nuestras almas a través de las aguas inexploradas de las emociones humanas. Entre estos, el bolero se alza como un faro cálido y apasionado, un compañero constante en el viaje de la vida.
El bolero, nacido en los albores del siglo XX en tierras cubanas, es un género que ha resistido la prueba del tiempo y se ha esparcido por todo el mundo como una chispa de emoción. Sus melodías suaves y letras emotivas han tejido historias de amores perdidos, amores encontrados y todas las complejidades que existen en el tejido de nuestras relaciones humanas.
La nostalgia abraza con fuerza a este género, no lo deja partir, básicamente porque ha acompañado la memoria de nuestras familias, las risas del abuelo, la comida de la abuela, el baile de la tía, el recuerdo de papá, la tristeza de mamá y por todas esas reuniones que sirvieron de escena para cada una de esas canciones que están metidas en nuestro corazón. Cuando hay nostalgia no hay olvido, por eso esta música será eterna, por eso esta música no será reemplazada por las tendencias de moda ni de vanguardia, porque los recuerdos familiares nadie los va a querer borrar de la vida. Mucho menos el bolero.
Y en Medellín, este género tiene una casa desde el año 1983. Se trata de Bolero Bar, un rinconcito oculto en las calles de la ciudad, en donde se han dado cita pensadores, artistas, escritores, pintores, cineastas y toda la bohemia que construyó una nueva vida para el bolero.
A Jorge Buitrago se le metió en el pecho la tonada poética del bolero desde sus años de infancia y que tras haber creado dos de los lugares más icónicos de su época: La Camerata, consagrada a la música clásica y Boca de Chicle, con su selección de música de “nueva ola”, Jorge siguió sus corazonadas, pues desde siempre quiso tener un lugar más reservado, un rinconcito donde reunir a sus amigos y que fuera el bolero el género que los convocara.
El bar es un secreto a simple vista, desde entonces, se camufla en Laureles, sector Carlos E Restrepo, en el callejón que una vez fue una vía cerrada y en el acuerdo municipal 37 de 2003 del Concejo de Medellín designó con el nombre de “La Calle del Bolero“ en reconocimiento por la importancia cultural que le ha aportado a la ciudad de Medellín.
Por sus baldosas, por sus paredes silenciosas y por ese halo místico de amores y desamores musicales, personajes importantes de la cultura se han inspirado para crear, para escribir y para cantar esa vida del bolero en una ciudad que lo recibió como propio.
Manuel Mejía Vallejo, Darío Ruiz Gómez, Orlando Mora, Juan Manuel Roca, Oscar Collazos, R.H. Moreno Durán, Jorge Valencia Jaramillo, Jaime Jaramillo Panesso, Octavio Gómez Reinaldo Spitaletta, Luciano Londoño, Martha Cecilia Montoya, Eduardo Peláez, Juan José Hoyos, Juan Luis Mejía Arango, Rodrigo Saldarriaga, Fanny Mikey, Víctor Gaviria, Víctor Hugo Ayala, Oscar Golden, Cristina Toro, entre muchos otros, han creado sus máximas influencias y han hecho de ese sonido su banda sonora de vida.
Luego de tantos años, este rincón musical de Medellín sigue vivo gracias a Daniel Buitrago, gran conocedor musical, gestor cultural y sobrino del fundador. Daniel y su nueva propuesta, tienen un aire nuevo con una gran selección musical, no solo de bolero sino de ritmos antillanos, con artistas cantando en vivo, con nuevas generaciones de la canción como proyección al futuro y con un ambiente propicio para que la nostalgia nos siga recordando que lo bueno no muere.