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A los genios hay que celebrarlos y recordarlos. Sobre todo cuando su genialidad trajo felicidad y alegría a este mundo. Ron Howard, que ha dedicado buena parte de su trabajo profesional a contar las vidas de personas sobresalientes tanto en ficciones como Cinderella man o A beautiful mind, en documentales como Pavarotti o en la serie Genius, que creó y produce, decide esta vez presentarnos a uno de los creadores más importantes de la cultura popular del siglo XX. Y lo hace con lujo de detalles y con un gran respeto por su obra.
Porque Jim Henson no sólo fue un titiritero que creo a personajes maravillosos. Y el documental que estrenaron en Disney Plus el viernes pasado, procura dejarnos muy clara esa idea; así como lo tenía clarísimo Orson Welles, él mismo un genio, al presentarlo en su programa de entrevistas como “un verdadero artista”. Howard utiliza material de aquel programa de televisión y otras viejas grabaciones de declaraciones de Henson para que la película pueda mostrar su opinión y visión sobre algunos temas o hechos de su vida como él los recordaba. A eso le suma, en uno de sus logros formales más destacables, la presentación de los cuadernos de notas del creador de la Rana René, (no lo vamos a llamar Kermit en esta columna, y menos Gustavo, como le dicen en España) a través de unos gráficos que nos permiten ver mucho de su personalidad, desde la minuciosidad en la planeación de sus interminables días de trabajo hasta su talento para el dibujo.
La película a pesar de ser clásica en su estructura narrativa (la vida de Henson y sus principales logros profesionales presentados en orden cronológico), es inteligente en la selección de los testimonios, y creativa en el uso del material de archivo y en sus secuencias originales (como la recreación de la ya mítica fabricación de René con el abrigo de la madre de Henson). Algunos de los cortometrajes y sketches que Jim Henson hacía en su juventud o en sus ratos libres nos permiten comprender sus obsesiones estéticas (el ritmo interno de las cosas y el ritmo de la vida, por ejemplo) o entender la conciencia que tenía sobre sí mismo como artista. Además, son maravillosos para los que crecimos con Plaza Sésamo y luego con Los Muppets, pues se ve claramente la semilla de muchos de los juegos visuales que después utilizaría para enseñarnos los números o explicarnos la diferencia entre alrededor y a través.
Pero tal vez lo mejor de Jim Henson: el hombre y las ideas es que nos presenta a una persona llena de dudas (sobre su carrera, sobre su familia, sobre las decisiones que había tomado y el lugar donde lo había puesto la vida) que nos enseñó, a punta de trabajar duro y equivocarse y aprender de otros y escuchar a los que eran mejores que él en algo, algunas de las certezas esenciales de nuestra existencia. Como la importancia del amor para ser felices, o lo difícil que es para todos vivir bajo nuestra piel, sea cual sea su color, incluso si está hecha con la tela de un abrigo verde.