viernes
7 y 9
7 y 9
Diego Londoño
Crítico de música
@Elfanfatal
La música sigue ahí, volátil, brillante, necesaria, hermosa, aleccionadora. ¿Qué haríamos sin ella? ¿Cómo serían nuestros días, nuestra existencia?
Por eso hay que seguir hablando de ella, porque lo único mejor que la música es hablar de música, y justo este espacio construido desde el cariño respetuoso de un melómano quiere eso.
En esta ocasión hablaremos de la música en vivo, de su importancia, de esa sensación que nos genera sentir el bombo en el pecho, las guitarras en los tímpanos, el bajo en los poros de la piel, la percusión en la cabeza y todo para cambiarnos la existencia por una o dos horas de show.
En los buses, en los parques, en los bares, en las fogatas, en la intimidad de habitaciones solitarias o en festivales multitudinarios, ahí está, rebosante de sensaciones, de compañía, de vida.
El 2017 llegó con la noticia de la realización de un festival que cambiaría vidas. El Fyre Festival se realizaría en las playas de Bahamas, lo vendían como uno de los eventos en vivo más cool de la reciente década, pero terminó siendo una de las más recordadas estafas de la industria musical en vivo.
Las boletas para asistir a la isla privada que recibiría a artistas como Major Lazer, Disclosure o Migos costaban entre 400 y 200.000 euros según las localidades y comodidades excéntricas, que incluían dos fines de semana de 'glamping' con la atención del chef Stephen Starr y toda una experiencia snob que cambiaría la vida de los asistentes. Al final todo fue una estafa, el festival no se realizó y la música se vio irrespetada.
Lastimosamente, Colombia es foco de una burla mediática de similares dimensiones. El Jamming Festival, un evento de tradición creado en 2012 y que ha recibido a artistas de muchos géneros, en su gran mayoría reggae, causó gran expectativa por un cartel de artistas de dimensiones planetarias. Desde Caifanes, Damian Marley, Shaggy, Los Auténticos Decadentes, Ska-p, Black Eyed Peas, pasando por Molotov, Enanitos Verdes, Aterciopelados, Miguel Mateos y otro puñado de buenas bandas.
Las malas prácticas, las promesas imposibles de cumplir y la burla a la música, generaron uno de los escándalos iberoamericanos más mencionados por estos días. A solo horas de dar inicio al festival, la organización canceló todo, sin una explicación realmente justa con los fanáticos que no solo pagaron su entrada, sino que viajaron desde muchas ciudades colombianas e incluso de países vecinos. De nuevo la música recibió una bofetada directa.
De esto ya se ha hablado mucho, es una resaca colectiva que solo el tiempo calmará, pero todo esto sirve para la reflexión. La música, más allá de cualquier situación, sigue viva, a borbotones de sangre caliente, dispuesta a la escucha, a los ojos curiosos.
Ahora, este tipo de situaciones alejadas de cualquier argumento válido, solo nos dejan el deseo insondable de actos en vivo, de vivirlos a toda costa. La música está más viva que nunca en los pequeños conciertos, en la lucha de los artistas independientes que buscan cómo vivir de ella, en la autogestión, en el hazlo tú mismo. Y con esto no desvirtúo el trabajo de empresarios y grandes festivales que nos cumplen sueños sonoros, por el contrario, en estas situaciones se entiende quién trabaja por la música y quién con la música. Por eso la invitación que quiero dejar tiene que ver con la vida simple de los conciertos, seguir asistiendo a los shows de bares, de festivales independientes, tan válidos y necesarios como los de grandes formatos y multitudes apabullantes. La música está viva frente a nosotros.