Pico y Placa Medellín
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Diego Londoño
@Elfanfatal
Una adicción, una suerte de esquizofrenia frenética y acelerada, un impulso diario por querer más, por conocer más, por escuchar más, por las joyas imposibles, por las colecciones completas, las estanterías enumeradas y clasificadas, por la obsesión del sonido completo de inicio a fin, a toda costa. Esa es la realidad de quienes padecen un hermoso trastorno que por suerte a mí también me contagió hace años, la melomanía.
Pocos entienden los valores simbólicos de discos buscados, rebuscados y conseguidos, los surcos intactos del vinilo por más que los años pasen sin piedad, los cuadernillos, las letras, las imágenes, las fechas, canciones, duraciones y detalles insignificantes. Es una obsesión extraña, de tiempos pasados, de humanos viejos, nerds y cuadriculados, o en su defecto, humanos con la nostalgia de un tiempo no vivido.
De eso quiero hablar, de obsesiones incomprendidas, de gustos adquiridos, de encuentros con la música en soledad, viéndola girar y llenándose de su paz reveladora y eterna.
La música, la quinta dimensión, es la razón de la existencia de muchos, por el contrario otros pueden pasar días sin escucharla, porque simplemente es paisaje y en algunos casos hasta estorbo. Esta fue la búsqueda de otro melómano y escritor compulsivo, Jacobo Celnik, un colombiano que dedica sus días, sus noches y lo que hay entre el día y la noche, a escudriñar historias entre discos, libros, revistas, artistas, géneros, instrumentos o partituras perdidas en un mundo sin lectura fuera de lo digital.
Jacobo recientemente publicó un libro maravilloso que analiza estas obsesiones, estas maneras de vivir viendo girar un disco con aguja, cuando no hay tiempo ni para vivir. Su libro, llamado Melómanos: historias de una obsesión, se pasea por la vida de un adicto a los Rolling Stones que sufre de insomnio porque su colección está incompleta; una esposa herida que toma medidas desesperadas para deshacerse de los discos de su futuro exmarido; un heroinómano que se consume su colección de rock; un enfermo terminal dedicado a llenar su apartamento de discos antes de morir y una adicta al sonido en vivo que, a punta de ingenio y valentía, logra presenciar algunos de los eventos más importantes del rock sin pagar un centavo.
Y es así como Jacobo, guiado por estanterías, pulgueros y sótanos, explora los aspectos emocionales y psicológicos del amor por la música y retrata con nombre propio las historias de quienes cambiarían su reino por un disco para sacudir esa incurable e inagotable obsesión que casi siempre termina en delirio.
Pongamos que hablamos de libros, como este de Jacobo o de artistas como Billy Joel, o de Michael Jackson, The Rolling Stones, The Beatles, Claudia de Colombia, Juanes, Frank Zappa, Serrat, Julio Jaramillo, Javier Solis, Madonna, Leonard Cohen, Charly García o el mismo Sabina.
Si quizá ustedes se ven representados por alguno de estos síntomas, no se hagan revisar, solo disfrútenlo, escuchen más discos, lean más revistas, guarden fotografías. Tranquilos, por suerte todas esas experiencias quedan mejor guardadas que en el cajón del mismo corazón, quedan en el álbum de la vida, que será eterno .