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Román González y la memoria del rock de Medellín
Crítico

Diego Londoño

Publicado

Román González y la memoria del rock de Medellín

$Creditonota

Por Diego Londoño

@Elfanfatal

La historia de Román González está llena de capítulos que más de un rockero desearía vivir. Aún no entiendo en qué momento ha vivido tantas cosas y más, como recuerda todo al pie de la letra, con olores, sabores, texturas y sobre todo sonidos. Su vida tiene distorsión, videoclips, fotografías y una memoria tan intacta que de a poco, se convierte en la memoria rock de Medellín.

Román Gonzalez Navarrete nació en la clínica Hogar de la Madre en Lima, Perú, en el año 1974, un Sábado Santo,13 de abril a las 8:00 a.m. Hoy en día las canas ya se posan sobre su barba y cabello. Sus tatuajes, cerca de 25, son la evidencia de toda la carretera que ha recorrido, de los conciertos a los que ha asistido, de las suelas que ha gastado en el pavimento y las canciones que ha gritado. Hoy, su habitación es un santuario dedicado al rock nacional, alrededor de su cama se posan sus tesoros, discos de vinilo, cds, cassettes, tacos de video, revistas, libros, afiches y cualquier símbolo que le recuerde lo que tanto ama.

El rock es la banda sonora de su vida, no solo el sonido, sino las estéticas, las historias, los personajes. Lo que Román más disfruta del rock es lo que genera en el ser humano, la necesidad de cuestionarse, la pasión, el idealismo, el espíritu de lucha. A él la carga emocional del rock le ha ayudado a pasar por la vida con mucha fortuna.

Sorprendentemente, recuerda las primeras canciones de rock que escuchó gracias a un programa de televisión llamado Musi Éxitos del Mundo que conducía Armando Plata Camacho. Sus hermanos estaban viendo la televisión esa noche y el niño Román se sentó frente al televisor y ahí quedó enganchado. Cars de Gary Neuman, Another Brick In The Wall de Pink Floyd y Black dog de The Song Remains the Same. Él era muy pequeño aún y no entendía qué era eso que sonaba tan extraño y sorprendente, pero quedó atrapado.

Y con ese antecedente empezó a meterse tímidamente en ese mundo del cual no ha podido escapar. Sus primeras grabaciones, en una grabadora que le regaló su tío Manolo de primera comunión, fueron gracias a los casettes de Rocio Durcal, Claudia de Colombia o música romántica de su mamá.

De pelao, Román era un muchacho inquieto, por eso le dijeron a sus padres desde el colegio de la UPB que tenían que buscar otra institución para su hijo. Qué gran favor le hicieron, diría años después Roman, pues lo inscribieron en el Conrado González y allí el rock se metió para siempre en sus venas. El colegio tenía un aura y una energía especial y rockera, desde ahí empezó su verdadero amor por el rock de la ciudad.

De repente, en las fiestas del colegio podía tocar Kraken, Perseo o Estados Alterados, además Hugo el guitarrista de Kraken estudiaba ahí y eso para él era como tener en el salón de clases a Zakk Wylde. Y fue allí donde Román se empezó a convertir en el cronista del rock de Medellín, en el colegio se acercó a la fotografía y al video, lo hizo porque si se inscribía como monitor en el periódico podía capar clase. A los días era el fotógrafo social del Conrado González.

Luego lo que vino fue un bucle emocionado de conciertos, ensayos, discos, bandas, videos, fotos y mucho rocanrol. Román se convirtió en el mayor fan del rock de Medellín, ahorraba dinero para comprar cassettes y baterías para su cámara de video Panasonic y así grabar cada ensayo, cada concierto en el sur, en el norte, en el centro o en otras ciudades. Román acompañó el proceso del metal, el punk y el rock de la ciudad, documentó esa época y aún lo sigue haciendo. Como pasó con otros personajes en la historia del rock, nadie se lo pidió y ahora poseemos una bitácora digna de ser revisada. No es Malcolm McLaren ni Doc McGhee, pero merece aplausos por la valentía de estar tras escena y disfrutarlo con la misma intensidad, merece aplausos por ser la memoria del rock de Medellín.

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