Pico y Placa Medellín
viernes
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Por Diego Londoño
Desde un valle llamado Aburrá, suena un bajo afilado, una batería seca de tanto ensayo, una guitarra bipolar que no sabe si ser acústica o ruidosa, y para finalizar, una voz inefable de tanta sinceridad. Quizá esto pueda describir subjetivamente la propuesta de Señor Naranjo, una banda actual que ofrece un rock literario de vanguardia, encarcelado en la nostalgia del punk.
Su música entiende los matices, los bajos, los altos, los silencios, como una parte fundamental del arte; y el ruido como la estética del caos, de la liberación y también del rock. Sus canciones son absolutamente sencillas, pues entienden que menos es más, por eso no prometen algo que no pueden cumplir y en vivo suenan con la fidelidad del disco: el acto principal de la sinceridad de la música. Su propuesta sonora es difícil de etiquetar, de hecho no debería hacerse. Es simplemente música que suena a romántica política, a reggae nocturno, a balada tropical, a funk cómico, a bolero decisivo, a pop difuso y a la melancolía de los años y del punk que tiene encima una ciudad como Medellín.
Aunque evidentemente no suena a punk, no es anarquista, e incluso es más amoroso que rabioso, Señor Naranjo es un proyecto sonoro que tiene más punk que muchas de las bandas que dicen tenerlo. Entiende la esencia (no solo una batería rápida con pocos acordes y gritos repetitivos) y la ha materializado en tres discos: Melantrópico, Las Puertas, y otro que saldrá en pocos días llamado “Puede Cambiar”, producciones que cuentan historias sencillas, encriptadas en poesía y música preciosa, potenciada por un juglar de calle. La música de Señor Naranjo toca fibras y alimenta el espíritu de una ciudad estática de tanta rutina, le canta al oído, la musicaliza perfectamente y le da glamour. Y para seguir hablando del punk, Señor Naranjo desde sus canciones lo respeta, de hecho ni lo menciona, pero sí le dice: ¡Hey, es necesario evolucionar!.