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Diego londoño
Periodista y crítico musical
Empecemos por algo. Nadie es mejor que nadie. En la música o en la vida. Y esto lo digo, por lo común que se hace en el día a día y en la cotidianidad de la música, en un país como el nuestro, lanzar juicios de valor prehistóricos (que por fortuna ya no son tan comunes), que desprestigian un género musical u otro, un artista u otro o, por el contrario, enaltecen un grupo específico o un colectivo, por algún motivo válido o no.
Si algo nos han traído estos años que vivimos, es la diversidad y la apertura artística, y en también me refiero a cómo los teatros han dejado por fin que el punk, elrock, el metal, el rap, y no solo la ópera, música clásica o las llamadas músicas nobles, ingresen con naturalidad en estos recintos. Esa diversidad y esa apertura hablan de una supuesta vanguardia que se ve opacada en ocasiones por los que dicen tener la verdad, los que suenan bien, y no por los que se ven minimizados por hacer una u otra música. Sí, hay que decirlo, hay unos que se creen superiores y dentro de su misma petulancia niegan una realidad que les podría aportar. Se refieren a los otros como lo que queda o lo que debe existir pero nadie debería escuchar.
Que el punk es lo peor, que sus tres acordes no merecen escucha. Que el rap era para la época de adolescencia. Que al metal no se le entiende nada. Que el indie es lo que vende, o que el sonido de esta banda o de esta otra es el único bien hecho y los demás no funcionan, que solo los que estudiaron música en esta u otra universidad tienen el aval del público y son los únicos a los que se les puede nombrar transgresores. El ego entra, forma gueto, parche, se junta, destruye y no deja que la creación sea limpia, que tenga procesos, errores, muestras, sino que se vicia e intimida.
¿Qué tal ver las posibilidades de la música diferente y aprender de ellas?
La música es para todos, para el que la quiera hacer y para el que la quiera disfrutar y compartir. Si usted cree que es el único, le recuerdo que vive en sociedad, y también le recuerdo que nadie es mejor que otro.
No se trata de regañar, porque sé más de maduración de aguacates que de tendencias, calidad, virtuosismo, contrapunto o técnica musical. Lo que sí tengo certeza es que me gusta disfrutar de la música en su amplia y bella diversidad.